Antonio Banderas

por Ángel de Quinta | Arte

 


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Por Ángel de Quinta

FOTOGRAFÍA: Bernabé García

Días antes de que se inaugure el nuevo Teatro del SOHO con el musical A Chorus Line, ponemos el foco sobre uno de los proyectos más estimulantes del panorama escénico español. Esta vez no se trata de Madrid o Barcelona, hablamos de Málaga.

Los viejos sitios donde amó la vida
No voy a descubrir a estas alturas la grandeza de Málaga. Ya lo hicieron los fenicios atracando en su orilla hace mil años. Un rincón de la tierra hecho para pararse y mirar su belleza. Ni voy a ser yo el primero que alabe la excelente gestión cultural y artística de la ciudad en las últimas décadas, sus nuevos museos, salas de exposiciones, proyectos urbanísticos, festivales de cine etc. Ni hablaré de lo acogedora que es su gente, de lo ricos que están los espetos hechos como dios manda, de las viejas historias de amor que susurran las ramas de la Alameda, ni de sus barrios, ni de sus ferias, ni del señorío de la Calle Larios o la solera de la de San Agustín en la penumbra de un miércoles santo. Tampoco hará falta que hable de sus playas, del sol que allí se detiene un rato más antes de irse a dormir. Sube hasta Gibralfaro una tarde y quédate un rato en silencio, entenderás, como yo lo hice hace tiempo, por qué la llaman “la Bella”, pero eso ya lo sabes, a qué repetirlo.

Ni se me ocurrirá ensalzar las personalidades que vieron allí la primera luz de sus días. Picasso jugando en ese cuadrado perfecto que es la Plaza de la Merced… y todos los demás. Muchos de los que se fueron porque su genialidad les llevó al destierro pero que siempre, siempre la añoraron, y que nunca, nunca, por lejos que anduvieran, dejaron de respirar ese aire mediterráneo que alimenta pulmones y corazón de por vida.

Desde luego no voy a ser yo el primero que manifieste admiración atónita por la trayectoria profesional de aquel chaval de la collación de San Juan. Un niño con prisa por ser hombre, pero no uno cualquiera, un “hombre de trono” para meter el hombro bajo el varal de su cofradía de su alma. Cuando pienso en Antonio Banderas me vienen los versos que cantaba Chavela, uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida…

¿Quién le habría dicho a ese niño que algún día tendría el premio que sólo consiguen los mejores actores del mundo? Y no me refiero al óscar –démosle tiempo que está a puntito- sino a otro de mayor enjundia aún, el de interpretación en Cannes como alter ego de su mentor Pedro Almodóvar en la hermosísima Dolor y Gloria. ¿Quién le iba a decir cuando lo llevaron a ver El Zorro a aquel cine de verano que él mismo, no mucho tiempo después, iba a ser El Zorro? ¿Y cuando no se pudo dormir por culpa de Los Pájaros? Quién le hubiera insinuado que la pobre chica a la que atacaban aquellas aves endemoniadas un día se convertiría en su suegra. ¿Y quién le iba a decir a aquel niño andaluz hasta la médula que un día lo nombrarían hijo predilecto de Andalucía?

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El Cóctel Banderas
De Málaga a Madrid y de Madrid a Hollywood a demostrar que los sueños sólo se brindan a quien los persigue con ganas. Talento, gracia, arrojo, corazón, entrañas y aguante, lo mezclas todo y le añades un par de golpecitos de suerte –sin pasarte que la suerte es para el que se la curra- y ahí lo tienes, el Cóctel Banderas. No fueron muchos los que lo precedieron en la meca del cine, me refiero a actores hispanos, los que se lograron un asiento en el más exclusivo de los clubes. Ramón Novarro, Anthony Quinn, Rita Hayworth… y unos pocos más que le abrieron el camino que él mismo ayudó a allanar a los que vendrían detrás, dígase Salma Hayek, Benicio del Toro, Bardem o Penélope Cruz. Empezar a rodar con Jonathan Demme o Meryl Streep no le quitó las ganas de seguir trabajando en su país, en un momento en el que Carlos Saura, Trueba o el mismo Almodóvar se las veían y se las deseaban para encontrar un hueco libre en su agenda. Éxitos comerciales, blockbusters, algún que otro pinchazo –que levante la mano quien no los haya tenido– y la tenaz búsqueda del papel de su vida, ese que demostrara de una vez por todas lo que de verdad es, un actor, un artista.

La vida que besa con cales y abofetea con arena -¿o era al revés?- por fin parece haberle regalado nuevos días de mieles con personajes que harían el sueño de cualquier actor consagrado, como el de Pablo Picasso en la serie Genius o el antes citado, el atormentado Salvador Mallo, un director castigado en cuerpo y alma que le está dando premios allá donde se va estrenando la que ya es candidata española a los próximos oscars, Dolor y Gloria. Y él sabe que aquí nos alegramos infinito por ello, a pesar de la fama que nos hemos ganado a pulso con nuestros profetas locales.

One singular sensation
Con muchas más glorias que dolores, o al menos así lo percibimos, el “hombre de trono” que conquistó el suyo propio representa la perfecta imagen del éxito profesional, que en el otro no nos metemos. Sus trabajos actorales van desde la comedia más refrescante a los dramas más densos, desde los productos más taquilleros a los proyectos más comprometidos. Y por si eso no fuera suficiente para llenar las horas de sus días, aún le queda resuello para emprender tareas de productor y director con resultados más que solventes.

Pero le faltaba el teatro. Desde que inició sus estudios de arte dramático en Málaga y actuó en aquellas salas medio alternativas de la movida madrileña no había vuelto a pisar las tablas, y nunca dejó de echarlo en falta.

Piensa a lo grande, ese parece el lema vital del que se plantó, ahí es nada, en el escenario del Eugene O´Neill Theatre, en pleno corazón de Broadway, protagonizando uno de los musicales más interesantes y complejos del género. Pocos actores consagrados se atreverían a afrontar el “tour de force” que supuso hacer Nine cada noche durante varios meses seguidos. Inspirado en la mítica película de Fellini “Ocho y medio”, Nine supuso un reto absoluto en lo personal y lo profesional, que se saldó con algunos de los premios más importantes del género y su primera nominación a los Tonys, decimos su primera porque el camino aún es ancho y largo.

Eso sucedió en 2003, y desde entonces parece no haber podido neutralizar los efectos del veneno escénico, de modo que, así en su línea, pensando a lo grande, está a punto de inaugurar su propio teatro, pero esta vez no será en Broadway, ya quisieran ellos. El Teatro del SOHO, también llamado SOHO Caixabank –porque es, entre otros, el que pone la pasta– está a punto de inaugurarse tras un largo e intrincado periplo que ha durado años desde que al actor malagueño se le ocurrió la heroica idea de invertir su tiempo y su fortuna en la tierra que lo vio nacer. Tras haber pasado por numerosas fases, acuerdos y desacuerdos (los que suelen darse cuando el arte y la cultura chocan de frente con la política) y después de haber barajado distintas posibles sedes para tan ambicioso empeño, finalmente es el antiguo Teatro Alameda de Málaga el que acogerá un espacio que será algo más que un teatro, un centro de enseñanza y promoción de las artes escénicas. Para tal efecto se ha diseñado un edificio moderno y funcional con una sala principal de 900 butacas más otras áreas dedicadas a eventos de diversa índole, más relacionados con las necesidades de la ESAEM (Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga), entidad estrechamente vinculada al proyecto. Un director de la dimensión de Lluis Pascual (director del Centro Dramático Nacional entre otros créditos) será quien se ponga al frente de la empresa asegurando una programación rica y variada que suponga un atractivo más a la estimulante oferta cultural que ostenta la capital andaluza desde los últimos años.

Pero el espectáculo que abrirá el local por primera vez no estará dirigido por él sino por la actriz, cantante y coreógrafa americana Baayork Lee y el propio Antonio Banderas. Se trata de uno de los musicales que más tiempo han permanecido en cartel en Broadway, junto con El Fantasma de la Ópera o Chicago, una mayúscula declaración de amor al teatro –qué mejor para la ocasión- a los actores, a los bailarines, y a todo el que alguna vez tuvo que superar un casting en una línea de coro, A CHORUS LINE. Seguro que te suena, una fila de bailarines perfectamente alineados, vestidos de dorado y alzando la chistera al unísono: one singular sensation, every little step she takes…

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Todo era hermoso en el ballet
¿Por qué habrá elegido Banderas un musical como éste para estrenar su teatro? Vete a saber. Porque es uno de los clásicos que todo actor de Broadway sueña con interpretar (perfecto para demostrar lo que hay que tener cantando, bailando y actuando a la vez), porque representa el momento al que él mismo se habrá enfrentado tantas veces, ser observado, evaluado, juzgado desde la lejanía de la oficina de un productor cualquiera o en lo oscuro de un patio de butacas, porque cuenta con una partitura de lujo, obra del fallecido Marvin Hamlisch, en la que cada tema es una joya que narra una historia de seres humanos de carne y hueso, porque pocas veces se ha creado para la escena una coreografía de este nivel… Vete a saber. Tal vez porque nunca ha habido una buena versión en España de esta obra maestra del género y ya iba siendo hora, o simplemente porque nuestro héroe malagueño (heróico levantar un teatro y también hacerlo con una función de este calibre) es uno más de los miles, millones perdón, de fans que este show de culto ha cosechado por todo el mundo desde que se estrenara hace ya cerca de medio siglo.

Con nueve premios Tonys y un Pulitzer, A Chorus Line representa uno de los grandes pilares del teatro neoyorkino, además de un paso esencial en la evolución del concepto de musical tradicional. Una trama tan simple como una jornada en la preparación de un nuevo show para el que un director (Zach, papel que interpretará el propio Antonio Banderas) tendrá que escoger ocho de entre los diecisiete aspirantes que quedan tras la primera selección. Desde el comienzo se nos va presentando cada uno con sus historias personales, sus miedos, anhelos, inseguridades y… su pasado. Ahí será cuando la audición se convierta en toda una catarsis, una sesión de terapia en la que los candidatos tendrán que desnudar su alma con todo lo que supone, además de demostrar ser los mejores sobre las tablas. Esa enorme presión, que es ni más ni menos la que sufren los que deciden dedicarse a este maldito y bendito oficio, se va materializando en una serie de canciones –magníficas las letras de Edward Kleban- que irán poniendo el foco sobre las miserias y grandezas de cada uno de ellos.

La idea original de esta función estrenada en el Teatro Shubert de Nueva York en 1975, partió de una serie de grabaciones reales de diferentes audiciones realizadas para varios espectáculos de Broadway, en las que se recogía la experiencia y las ilusiones –y desilusiones- de los aspirantes a conseguir un hueco entre “los elegidos para la gloria”. Muchos de ellos contaban algo parecido, venían de distintos puntos de la geografía americana a triunfar en Nueva York y una vez allí lo que encontraban era una montaña de decepciones casi imposible de escalar, una competencia feroz y la necesidad desesperada de trabajar en lo que fuera para poder pagar el alquiler y la comida hasta que les llegara la oportunidad que tanto deseaban, algo que, por cierto, nunca sucedió a la gran mayoría de ellos. Se trata de un musical sobre los musicales, un show acerca del dolor y las penurias que tienen que sufrir los que esconden sus lágrimas entre bastidores, sobre el reverso de lo que vemos los que estamos cómodamente sentados en la butaca de un teatro.

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El principal observador de esa colección de testimonios grabados en cinta de cassette se llamaba Michael Bennett, y él mismo tuvo que pasar algunos años antes por la dura criba que implica ser seleccionado para una nueva función. Uno de los mejores coreógrafos de Broadway, además de director, bailarín y actor, un hombre curtido en las lides del mundo del espectáculo a base de renunciar a casi todo por perseguir un sueño. De eso va este musical, de los sueños y las pesadillas que a veces hay que atravesar para alcanzarlos.

But everything was beautiful at the ballet… Como dice uno de los temas principales de la obra, los malos recuerdos, los traumas de la infancia y la adolescencia o las decepciones de la juventud se disipan cuando el bailarín pisa el escenario. Teniendo que luchar contra los prejuicios y la intolerancia propias de la época -no fue buena idea ser judío y gay en la América de los 60- Bennett encontró refugio en la escritura, la actuación y la danza, y a pesar de que su vida estuvo plagada de frustraciones y desprecio –aunque acabara saboreando las mieles del reconocimiento unánime- todo se volvía perfecto, hermoso en el ballet. En julio de 1987 con sólo 44 años murió por culpa de la enfermedad que asoló a una gran parte del mundo del espectáculo. Como muchos aspirantes de aquellas “líneas de coro”, el alma y verdadero motor de esta pieza sucumbió a la crueldad del SIDA dejando atrás un legado inigualable, una página de oro –o más bien de purpurina dorada- en la historia del musical americano.

A Chorus Line fue un éxito sin precedentes en su tiempo, permaneciendo quince años seguidos en cartel y reponiéndose en multitud de países con enorme aceptación. Y ahora llega aquí, a Málaga, al nuevo Teatro del SOHO, y luego irá a Madrid, a Barcelona y quién sabe si acabará en Nueva York, la ciudad que lo vio nacer.

Y lo dirige y coreografía –junto con Banderas- una de las actrices que figuraron en el montaje original de Michael Bennett del año 75, Baayork Lee, auténtica leyenda de Broadway y fiel seguidora de la senda que marcó su creador. Con una carrera que se ha movido desde la actuación a la dirección y la escritura, la presencia de Lee nos asegura un producto auténtico y genuino, como de verdad sólo lo saben hacer ellos, y una versión fiel al original que hará las delicias de los que tengamos la suerte de pillar una entrada.

No tardes mucho en conseguir la tuya (I hope I get it, como dice el primer número del show) porque seguro que valdrá la pena, por la obra en sí, por ver a Antonio Banderas actuar en su segundo gran musical y disfrutar de la visión y el concepto de la genial directora… pero sobre todo por asistir a un acontecimiento único, el estreno de un nuevo teatro, el del SOHO malagueño. ¿Sabías que cuando se abre una nueva librería o un nuevo teatro le conceden las alas a un ángel? Al menos al que escribe le dan alas y esperanza en un mundo en el que la cultura con mayúsculas tenga el lugar que merece.

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de MICHAEL BENNETT – JAMES KIRKWOOD & NICOLAS DANTE – MARVIN HAMLISH & EDWARD KLEBAN Dirigido y coreografiado por BAAYORK LEE. Codirigido y coprotagonizado por ANTONIO BANDERAS

Sobre la autoría

Ángel De Quinta

Ángel de Quinta

Escritor y Profesor de Historia | Web

Ángel de Quinta sueña con ser escritor, pero mientras eso llega…escribe. Y enseña cursos de humanidades a alumnos norteamericanos en la Universidad de Sevilla (Historia Cultural de España, Arte y Cultura en al-Andalus, Novela y Cine…). Es autor del libro de texto “Lecciones de Cultura y Civilización Española” (Ed. Diada, 2013), y como apasionado de las artes escénicas y en especial del teatro musical, publica periódicamente en su blog “Stage door” (angel-stagedoor.blogspot.com) para no alejarse demasiado de sus adoradas calles de Broadway. En los últimos años ha colaborado en diversas publicaciones con reseñas, críticas teatrales o artículos de diversa índole como la revista “Pop up teatro” o el blog literario “Editorial Acto Primero” (editorialactoprimero.com/blog/)

Escribir es recordar lo que nunca pasó, ojalá lo hubiera dicho yo pero ya lo hizo Siri Hustvedt, que me cogió la delantera. Traer de los desvanes de la memoria lo que se soñó y no se hizo, las vidas que se imaginaron y no se vivieron, o las que están por llegar sin aún intuirlo. Lo que no comprendo lo escribo, eso sí es mío –creo yo- y tal vez el motor principal que me impulsa a pelearme con el blanco pérfido e inmaculado del papel o de la pantalla. A ver quién gana hoy.
Si te ayudo a recordar lo que nunca existió o a comprender lo que no entiendes con mis humildes escritos, es gracias a GraZie Magazine y a la bondad de quienes la inventaron como un arma de construcción masiva, gracias a ellos y a ti por regalarme tiempo y atención. Siempre GraZie.

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