POR: Vicente López-Ibor Mayor
Presidente de la Federación Europea de Asociaciones de Derecho de la Energía (EFELA)
Patrono de la Fundación ICL (Inspiring Committed Leaders)
Los momentos de crisis, como el período de gran dificultad que estamos atravesando a consecuencia de los efectos de la pandemia del COVID-19, reclaman de manera especial actitudes de liderazgo, para afrontar el futuro con las necesarias dosis de confianza, solvencia y esperanza.
La pandemia ha provocado no sólo la desolación en muchas naciones del mundo en razón del elevado número de pérdidas de vidas humanas, de la dramática puesta a prueba de los sistemas de los recursos de emergencia y urgencia en los ámbitos de protección sanitaria; la prolongada paralización de las cadenas de producción y consumo en la mayor parte de la economía internacional; la masiva destrucción de empleos; la pronunciada caída —cuando no desplome— del PIB en la mayor parte de países del mundo, afectados en mayor o menor grado, pero siempre significativamente, por los efectos de esta pandemia.
La Unión Europea no ha sido una excepción a estas realidades tan dolorosas y graves, con especial afectación para la protección de la vida y la salud de los ciudadanos, y el mantenimiento del desarrollo económico en la mayor parte del mundo. Cabe recordar que poco antes de la vertiginosa expansión de la pandemia en territorio europeo, se formaba un nuevo equipo de gobierno de la Comisión Europea, que comparecía bajo la presidencia de la antigua ministra de Defensa del Gobierno alemán Ursula von der Leyen ante el Parlamento Europeo para recibir la investidura de su gobierno y el apoyo a su programa de acción para los próximos años. Un programa de gobierno novedoso y valiente, que fijaba como objetivos prioritarios de su acción, la promoción de la economía verde y circular, bajo el postulado central del combate contra las emisiones contaminantes y la lucha por proteger la salud del planeta. Y de otro, la agenda digital, base necesaria de la transformación y modernización de numerosas industrias y sectores. En definitiva, la Comisión asumía el reto de la modernización económica como presupuesto de un nuevo relanzamiento del empleo en la sociedad europea. Un New Green Deal como elemento motor de la economía europea, junto con el desarrollo de una ambiciosa agenda digital.
Afortunadamente, y a pesar de ciertos titubeos al inicio de la pandemia, las autoridades de la UE han mantenido el timón de sus propuestas de gobierno en estos tiempos difíciles, e incluso han acelerado, con instrumentos financieros concretos, su compromiso con este cambio de modelo industrial. La nueva Administración Biden, con su ‘iniciativa sobre el cambio climático’, se suma decididamente a estos objetivos con acciones y medidas de corte similar. No cabe olvidar que la energía representa cerca de dos tercios de las emisiones de CO2 a la atmósfera, seguida por el transporte y la edificación. Precisamente por esto último, las autoridades europeas también se pronuncian en favor de incrementar las medidas de movilidad no contaminante y eficiencia energética, extendiéndolas al ámbito residencial, en el sector de edificación, tanto público como privado.
La nueva gobernanza comunitaria está presidida por la interrelación entre objetivos climáticos y energéticos, de modo tal que se afirma un marco legal que servirá de referencia a los planes nacionales integrados de energía y clima y que proyectará sus medidas y efectos sobre los sectores estratégicos de la economía y la práctica totalidad de las políticas económicas e industriales, desde la agrícola a la de transporte, pasando por el agua, las infraestructuras o la energía, y desde cada uno de sus subsectores y ámbitos de aplicación.
Además de esta voluntad política expresada por el Gobierno de la Unión Europea y la reforma jurídica verde apuntada, la UE, por primera vez en su historia, ha dispuesto un mecanismo de financiación complementario a sus compromisos financieros plurianuales, acudiendo al mercado internacional de valores para emitir bonos que permitan financiar un fondo para la recuperación de las economías de sus Estados miembros. De esta forma, se añade a los 1,1 billones de euros correspondientes al período 2021-2030 una partida adicional de 750.000 millones de euros, que a través de transferencias no reembolsables y créditos y préstamos blandos, permitirá movilizar a las economías europeas hacia proyectos innovadores, verdes y digitales, como elemento catalizador de la recuperación y crecimiento de su economía y empleo.
Tanto es el carácter político de las iniciativas adoptadas, como la dimensión económica de los acuerdos alcanzados en el Consejo Europeo, que marcan un nuevo camino político y económico, y nos trae inevitablemente a la memoria los esfuerzos del Gobierno norteamericano en otros momentos de crisis profunda del pasado siglo, y que sirvieron de aliento a movimientos políticos e instrumentos legislativos de gran alcance e inspiración, como el “Reform, Recovery and Relief” del New Deal rooseveltiano, o el Plan Marshall tras los trágicos acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, que puso en marcha además de una sobresaliente asistencia financiera, la actual OCDE como instrumento de cooperación económica en el mundo occidental.
Será preciso en estos momentos que los gobiernos de cada Estado de la Unión tengan la suficiente altura de miras en razón de los retos a los que nos enfrentamos, sean capaces de sumar amplios consensos para los grandes asuntos de Estado, como la recuperación económica y social que debe acometerse con urgencia, agilicen la modernización de las administraciones al servicio de los ciudadanos, y abran puentes de diálogo y alianzas con la parte más dinámica, creativa y productiva de la sociedad civil, para permitir que la incorporación de las iniciativas europeas mencionadas se materialicen, a través de proyectos innovadores, en frutos concretos y fértiles para la sociedad, en los plazos más breves posibles.
En ese contexto, la política industrial pasa a tener acento climático, y la economía será digital y verde, con nuevos corredores de infraestructuras y plataformas de datos que habiliten, más ágilmente que nunca, multitud de procesos, sistemas y actividades. En cualquier caso, grandes desafíos en tiempos inciertos. Tiempos que reclaman, por ello, nuevas ambiciones y liderazgos, capaces de orientar un futuro mejor para la sociedad europea y las jóvenes generaciones.