Sofismas Actuales
Por Pedro Rodríguez Castañeda
Un sofisma no es otra cosa que la utilización de argumentos caprichosos con la pretensión de hacer pasar por verdadero lo que es falso.
La lectura de esta definición a la mayoría de las personas les resultará no solo conocido, sino algo cotidiano y de absoluta actualidad. La sociedad que nos toca vivir está absolutamente estructurada en beneficio de una minoría, donde la única inquietud que persigue esa minoría es conseguir el máximo rendimiento económico de forma inmediata. Esta situación tiene sus consecuencias, casi todas negativas: la destrucción de la clase media, exaltación de ideologías extremas y, sobre todo, la contribución a una sociedad más vulnerable y menos consciente de las posibilidades que tiene cada individuo para implementar actuaciones que corrijan este laberinto creado. Necesitamos ayuda e imaginación para conseguir una sociedad más positiva, donde se valore al individuo de forma integral.
Hegel, gran filósofo alemán enclavado dentro de la corriente idealista de su época, finales del XIX, reprendía a sus oyentes con asiduidad para hacer su apología de lo existente, y manifestaba: “El sujeto juzga en su contingencia y limitación el destino de lo existente”.
Esta situación descrita, unido a la dificultad de articular métodos y sistemas contrarios a lo establecido, me lleva a considerar la importancia que debería tener la cultura (cultivo y desarrollo de las facultades humanas). Sin embargo, aprecio que la cultura actual no contribuye demasiado a mejorar lo establecido, sino todo lo contrario, ya que esta es cada vez de más bajo nivel, por estar dirigida hacia el enriquecimiento inmediato, la comodidad o falta de esfuerzo, y a la exaltación de esas ideologías extremistas ya citadas. Con la situación descrita se evita una cultura de la razón y de la verdad, lo cual sería deseable para conseguir un criterio más ajustado a la realidad. Si nos esforzáramos en conseguir esta cultura de la razón y de la verdad no contribuiríamos a los intereses de los promotores y, sobre todo, consideraríamos de rango menor el esfuerzo que se hace actualmente para evitar cualquier molestia a los que mantienen el poder.
Theodor W. Adorno filósofo alemán de origen judío de principios del siglo XX, en su libro “Critica de la cultura y sociedad” era tajante con los medios de comunicación cuando decía: “La estupidez y la mentira que prosperan al abrigo de la libertad de prensa no son un accidente en el curso histórico del espíritu, sino el estigma de la esclavitud en el que se desarrolla su liberación, de la emancipación falsa”.
Desde entonces ha pasado casi un siglo, pero nos vemos inmersos en la misma realidad, donde la evolución tecnológica solo nos ayuda a corroborar las palabras del gran filósofo Adorno. La expresión citada podemos aplicarla en estos momentos a la prensa tradicional, la TV, la radio y el cine, todos forman parte de la industria cultural. Esta industria tiene un objetivo prioritario, atrapar la consciencia del público y estimular deseos. Estos deseos inducidos, una vez hechos realidad, no producen la satisfacción esperada, sino que representan un beneficio para otras personas, precisamente para aquellos que inculcaron esos deseos. Este sofisma es el marketing establecido en nuestra sociedad, donde percibimos que lo correcto y lo eficaz no coinciden en lo social.
Es necesario crear una sociedad civil justa, tarea suprema de la naturaleza, siendo conscientes de algo trascendente, sabiendo que no existe el bien si no existe progreso. Este progreso que todos deseamos no puede ser de cualquier manera, sino que debe cumplir algunas condiciones básicas para que, una vez cumplidos esos deseos, nos sintamos en paz con nosotros mismos.
Permitidme que parafrasee a Walter Benjamin, por estar de acuerdo con él, cuando manifestaba:
“La idea de progreso no es posible sin la idea de humanidad”.
Así pues, hagamos todos los esfuerzos necesarios para progresar y tomemos en consideración todas las opiniones para conseguirlo. No nos aferremos a una opinión determinada si no tenemos seguridad de que esta es verdadera, para lo cual debemos tener conocimiento sobre la opinión expresada. Actualmente esta premisa, de considerar valida una opinión solo si tenemos un conocimiento profundo de lo que opinamos, resulta difícil de encontrar. Más bien ahora parece que todo individuo es capaz de opinar sin limitaciones y, además intentar convencer de cualquier cosa, aunque sea una idiotez, asegurando que su opinión es o será la solución del problema descrito.
En el sistema que nos encontramos, donde todo está administrado y socializado, donde tenemos imposiciones de todo tipo y condición, casi siempre interesadas, está provocando en la sociedad, o en algunos miembros de la sociedad, una cierta necesidad de revelarse contra el sistema. Esto le está ocurriendo sobre todo a aquellos que se sienten más perjudicados, los que, aportando conocimientos, dinero y esfuerzos, me refiero a la clase media en general, no reciben más que incomprensión y pérdida de capacidad para mejorar el sistema.
Los últimos acontecimientos nos alertan aún más, y me gustaría incitar a una reflexión sosegada, pero activa, de todos aquellos que se pueden sentir identificados con la lectura de estas líneas. Me refiero a la situación política que vivimos en estos momentos, donde los terroristas confesos, los condenados, los separatistas nacionalistas y los comunistas chavistas se perdonan, se juntan y se aprovechan de su condición para seguir destruyendo este país. Es absolutamente necesario cambiar estructuras, sistemas y comportamientos.
Los actuales gobernantes no parece que tengan otro objetivo que seguir en su puesto para conseguir el mayor beneficio personal, apoyándose en sus ideologías y sin preocuparles los ciudadanos. Vemos cada día como hacen lo contrario de lo que manifiestan, sencillamente ejerciendo un poder desproporcionado, ocultando información, favoreciendo a los más allegados y siendo poco efectivos en su gestión. No se dan cuenta de que en la realidad histórica no hay ideales, solo hechos.
Ahora que es habitual escuchar a los grupos políticos en el poder llamar a sus opositores fascistas, quiero recordarles que el fascismo puede ser una cuestión social y no psicológica. La predisposición para adherirse al poder y someterse exteriormente al más fuerte podría llevarnos a situaciones históricas ya vividas y que se están produciendo actualmente en algunos ámbitos, no solo en política, sino en otros grupos bien definidos, como los hinchas del deporte (me refiero a los violentos dirigidos por intereses varios), las tribus y bandas urbanas, los acosadores, los ocupas y otros grupos con actuaciones similares por todos conocidos.
La sociedad debe reaccionar, ayudar en las necesidades cotidianas, valorar el amor en cada una de nuestras actuaciones, y ayudar a los necesitados sin esperar réditos por ello. Utilicemos la razón para reforzar nuestra personalidad, lo que ayudara a conseguir el progreso deseado. Espero que, si esto se estimula y se cumple, no se haga realidad la frase del gran Paul Valery cuando manifestó: “La inhumanidad tiene mucho futuro”
#SiempreGraZie
Sobre la autoría
D. Pedro Rodríguez Castañeda
Licenciado en Ciencias Químicas, especialidad Industrial, en la Universidad de Valladolid.
Máster en Dirección y Administración de empresas, por ESDEN. Máster en Formación para directivos Gustav Kaeser y Máster en estudios avanzados de Filosofía, por la Universidad Complutense de Madrid.
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid.
Resaltar, además de la formación, los trabajos realizados: dos años en la Universidad de Valladolid en la catedra de Química Orgánica, realizando la TESIS doctoral. Tres años como jefe de Laboratorio en Sociedad General Azucarera (SGA) y varios años trabajando con diferentes multinacionales del sector médico. Esta formación y experiencia me llevó a constituir mi propia empresa, PAIPEISA, S.A, a la que he dedicado más de tres décadas y donde he conseguido mucho más de lo esperado.