EL INTRUSO INADVERTIDO. La presencia del microplástico en nuestra alimentación no solo se restringe a productos provenientes del océano; se han encontrado rastros de este en la miel, la sal marina y la cerveza.

por Yelena Ortega | Nuestro planeta

Escuchar pájaros, insectos, el batir de las olas, el sordo crepitar de los copos de nieve en una noche luminosa y la música. La palabra de la madre; el dulce beso en la noche que protege tus sueños; las manos que arropan; la caricia en las caderas, los besos, miles de besos… Cada uno de estos gestos contiene la felicidad. El destino por escribir de cada ser humano, las elecciones de vida, los compañeros de viaje.  Tomarse tiempo para contemplar la vida, asomarse al interior sin miedo y preguntar por si alguien responde: ¿Quién soy? ¿Qué deseo?

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EL INTRUSO INADVERTIDO

Aún no está comprobado que la ingesta de los microplásticos representen un riesgo para la salud, pero ¿no es mejor estar seguros?

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En el año 2016, la fundación británica Ellen MacArthur publicó un reporte sobre el uso y el mal uso global del plástico. Este reporte indica que estudios recientes estiman que hasta el día de hoy, hay más de 150 millones de toneladas de plástico en el océano. Además el reporte sugiere que en un escenario BaU (Business as Usual), escenario de referencia o histórico, se espera que nuestros océanos contengan alrededor de una tonelada de plástico por cada tres toneladas de pescado en 2025, y que para el año 2050, habrá mas plástico que pescado (tomando en cuenta el peso).

Es un hecho que alrededor de 78 millones de toneladas de empaquetado hecho en plástico es producido cada año, y que alrededor de un tercio (32 %) es desechado en el medio ambiente. Esto sin incluir otras formas de contaminación por plástico como son las microperlas que se encuentran en los cosméticos, en los productos textiles y en las llantas de los vehículos. Una vez que el plástico llega al océano, es ingerido por toda clase de vida marina; este puede ser ingerido en grandes porciones o en muchas más pequeñas según se va descomponiendo. Esta descomposición le da vida a los llamados «microplásticos», o también a partículas mas pequeñas <<nanopartículas>>.

Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO en sus siglas en inglés) publicó una reseña en donde indica que más de 220 variedades de especies marinas ingieren microplásticos «en natura». Si excluimos especies de aves, tortugas y mamíferos, aproximadamente un 55 % son especies de alta importancia comercial, como la langosta, la ostra, la sardina de origen noruego y el bacalao atlántico.

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Esta reseña también explica que se estima que la ingesta humana de microplásticos por vía del consumo de mariscos (por ejemplo, los mejillones), puede llegar a igualar desde una partícula por día hasta 30 o más partículas por día, dependiendo de los hábitos de consumo y de la exposición de los organismos al microplástico. 

La presencia del microplástico en nuestra alimentación no solo se restringe a productos provenientes del océano; se han encontrado rastros de este en la miel, la sal marina y la cerveza. Incluso se han encontrado rastros de dichas partículas en el agua del grifo. La organización sin fines de lucro Orb Media publicó un estudio en donde indica que los microplásticos estuvieron presentes en aproximadamente el 72 % de las muestras obtenidas en países europeos. Un vaso de agua medio, de 500 ml, contiene, por ejemplo, 1,9 fibras de plástico.

Entonces, ¿es el microplástico solo un problema ambiental o es también un problema para la salud?

En corto: aún no sabemos. Se estima que los niveles de contaminación por el microplástico son bajos, y en el caso particular de los mariscos, por ejemplo, la mayoría termina en los intestinos de estos animales, los cuales con mucha frecuencia son extraídos antes de ser consumidos. En el peor de los casos, si no son extraídos, se estima que la exposición a los microplásticos al momento de consumir una porción de mejillones podría ser de alrededor de siete microgramos de plástico. La Autoridad Europea de la Seguridad Alimentaria (EFSA en su siglas en inglés) cree que esta cifra no es suficiente como para causar preocupación, y en un análisis publicado en mayo del 2016 considera que les «parece poco probable» que los microplásticos puedan llegar a ser perjudiciales para los consumidores.

Falta de información

Muchos investigadores y reguladores admiten que hay una falta considerable de información al respecto, especialmente cuando se toman en cuenta las partículas más pequeñas (nanopartículas). Se conoce que las nanopartículas (de diferentes tipos de nanomateriales, materiales con propiedades morfológicas más pequeñas que un microgramo en al menos una dimensión), pueden ingresar a las células humanas, y pueden causar problemas para la salud. Sin embargo, más investigación y datos son necesarios.

Investigadores de la Universidad de Lund, en Suecia, han descubierto que las partículas de plástico de tamaño nanométrico se pueden acumular en el cerebro del pez y causar daño. Aún no está claro si las nanopartículas también pueden acumularse en otros tejidos que posteriormente pueden ser consumidos. Pero, mientras que la evidencia que pruebe que estos pueden causar daño a la salud no está aun presente, hay información que sugiere que puede ser una posibilidad.  

Hay una necesidad urgente de que se lleven a cabo estudios de mayor alcance y que, a su vez, sean más definitivos. Solo una pequeña fracción de los alimentos que consumimos han sido examinados. Es importante determinar las características tóxicas de los microplásticos, su comportamiento en el organismo y qué constituye un umbral seguro de exposición al momento de ser ingeridos o inhalados.

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LOS MICROPLÁSTICOS

Los microplásticos son minúsculos fragmentos de polímero inferiores a cinco milímetros. Esta definición, acordada bajo el marco de la National Oceanic and Atmospheric Administration de los Estados Unidos, incluiría dos tipos de microplásticos: los primarios (aquellos que se liberan directamente de un producto, como es el caso de los incluidos en productos cosméticos o microfibras de tejido) y los secundarios (que se derivan de la descomposición de un producto, como ocurre con la degradación de las botellas de plástico). En ambos casos, los minúsculos fragmentos de material son considerados como una fuente de contaminación para el medio ambiente ya que se acumulan hasta alcanzar grandes concentraciones en los ecosistemas naturales.

El peligro de los microplásticos no se limita a los efectos adversos asociados con la ingesta de estos minúsculos fragmentos de polímero. El verdadero riesgo podría estar en las sustancias que se añaden a este material para modificar sus propiedades y adaptarlo a diferentes aplicaciones. «Sabemos que entre los más de 3.000 compuestos químicos utilizados para la fabricación del plástico hay al menos 60 que se relacionan con un alto riesgo para la salud. Investigaciones recientes sugieren que estos podrían actuar como disruptores endocrinos, provocar daños neurológicos e incluso tener efectos cancerígenos», argumenta Ethel Eljarrat, investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua de Barcelona (IDAEA-CSIC).

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Por Yelena Ortega

Consultora ambiental

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Yelena Ortega

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