UNA CUESTIÓN DE PERSPECTIVA. En el oeste de la península ibérica se fue forjando durante siglos un camino que ha llegado a convertirse en uno de los más importantes del mundo, la Vía de la plata

por Ulises Bértolo | Nuestro planeta, Viajes

UNA CUESTIÓN DE PERSPECTIVA

En el oeste de la península ibérica se fue forjando durante siglos un camino que ha llegado a convertirse en uno de los más importantes del mundo, la Vía de la plata, a cuyo pie floreció el sevillano municipio de El Real de la Jara, situado en la zona más sureña de Sierra Morena, precisamente, en los últimos kilómetros de la cuarta etapa de esta ruta que nace en Sevilla y que integra el crisol de caminos que conducen a Santiago de Compostela. En mi primera visita al Real de la Jara me impactó la visión de su castillo, una fortaleza de origen almohade erigida sobre una loma que alcanza allí donde llega la vista desde alguna de sus ocho torres: los tejados y calles del pueblo, el “Mirador de El Ejido”, el castillo de Santa Olalla del Cala y, si giramos sobre nuestros pies, el Castillo de las Torres de Monesterio. Y en todo ese mirar me va embargando una extraña sensación, la de estar en algún lugar fuera del tiempo, en un espacio que me aísla de la vertiginosa velocidad de los días. Esta tierra fue conquistada y repoblada en pleno siglo XIII por los Caballeros de Santiago a las órdenes de San Fernando, que lo puso bajo la protección de Sevilla. Cuenta la leyenda que los poderosos guerreros monjes lograron vencer a los musulmanes al ser guiados por un ciervo que les llevó hasta el centro más débil de la muralla del castillo. Un ciervo de carne y hueso que como el caballo de Troya hecho de madera, encuentra la manera de abrirse camino…

Sin duda el Real de la Jara fue testigo de la consolidación de la Vía de la Plata como primer camino jacobeo desde las grandes comunidades cristianas del Sur peninsular (Granada, Sevilla, Córdoba, Cádiz y Mérida) bajo dominio musulmán, de la trasferencia de lo hispano al otro lado del océano, de cómo se fue anudando Compostela con las tierras lejanas, entre otros, a través del camino de las Indias. Esa manera de exportar nuestra entidad es algo digno de reflexión: si el Real de la Jara, a pesar de su singularidad orográfica entre grandes macizos naturales reivindicó su protagonismo en la Historia como parte de uno de nuestros principales caminos, ¿podría servirnos su ejemplo para que superemos los actuales tiempos de incertidumbre? Casi sin tiempo para reflexionar sobre ello me veo atrapado en la ilusionante iniciativa de HAC Group de dinamizar el Castillo con eventos culturales y sociales en estrecha colaboración con el Ayuntamiento de Real de la Jara y la Cámara de Comercio de Sevilla, teniendo muy presente la estrecha vinculación del término municipal con el fenómeno jacobeo. Me gusta pensar en ese tan necesario objetivo de religarnos con nuestro pasado: si se celebra una boda en el castillo, pensaré en aquellos caballeros santiaguistas que al organizarse por la regla de los agustinos podían contraer matrimonio y expandirse más rápidamente que las más antiguas órdenes de Calatrava y Alcántara cuyos miembros estaban obligados a hacer voto de castidad. Y si con motivo de un festival se organiza una acampada para que puedan pernoctar los asistentes al mismo, recordaré que ese mismo lugar acogió a mitad del siglo XIV la acampada que realizó Alfonso XI antes de emprender la Batalla del Salado, un hecho que con permiso del Fuero Real otorgado con posterioridad por los Retes Católicos, puede explicar el topónimo de “El Real” (ya que los lugares que servían de estancias reales tenían derecho a ese privilegio).

¿Y por qué pensar así?

Porque la historia es algo vivo, algo que no reside en los libros y que debemos incorporar a nuestras vidas como parte de nuestros propios pensamientos y recuerdos. Porque el pasado sigue vivo si se piensa. Pensemos en esos valores que representan los caminantes a Compostela y en nosotros como partícipes de valores como la solidaridad, el esfuerzo común, la búsqueda de un ideal común, el diálogo y el conocimiento de los demás que se adquieren a lo largo de camino. El recorrido de los caminos, igualmente del tramo de la Vía de la Plata que transcurre al pie del castillo, nos permite hacer esa otra lectura, esa lectura que nos haga pensar en perspectiva histórica y nos oriente a la práctica cultural.

¿Qué otra manera mejor existe de defender la libertad?
Dice Marcelino Oreja en el libro Crónica de un peregrino singular -del que somos coautores junto con otros académicos de la Academia Xacobea-, que: “Lo que religa, lo que vuelve al hombre a sus raíces más primigenias y esenciales, es, a través de los proyectos de existencia, esa fusión cordial con lo trascendente”. Y en efecto, apelo desde estas líneas al significado de religión como “religare” para unir épocas entre sí, para reunir en un mismo espacio físico toda una constelación de tiempos distintos, la Edad Media, la Edad Moderna, la Edad Contemporánea a través de un concepto implícito de permanencia que une los 1.300 años ya vividos con los que quedan por venir. Nuestro patrimonio histórico y en este caso el castillo del Real de la Jara, es ese espacio físico donde el tiempo “se hace carne”, “camino” “encuentro”, el milagro de como esas dos dimensiones: el espacio y el tiempo se hacen uno. Como dijo Einstein “la distinción entre el pasado, presente y futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente”. Mezclemos tiempos, pensemos desde nuestro pasado en el supremo reto de legarle a las generaciones futuras un mundo más justo, libre y solidario. Hay un factor intemporal que son los valores de una sociedad, esos que infunden la fuerza de la regeneración y no del hastío. Europa siempre se ha nutrido de valores concretos a lo largo de los siglos, necesitamos una Europa refundada que ponga en el centro del debate a los ciudadanos, una Europa donde los mercados y las fronteras de los Estados no quiten relevancia a las personas.

En tanto eso ocurre, seguiré oteando horizontes desde alguna de las almenas del castillo.

Por Ulises Bértolo

Abogado, escritor y Académico de Número de la Academia Xacobea.

Sobre la autoría

Ulises Bértolo

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