El ser humano «EL ESLABÓN PERDIDO MEDIOAMBIENTAL». Cada día que amanece, estamos decidiendo e influyendo en cómo nos afectarán nuestras decisiones a corto y medio plazo, cómo nuestras decisiones perturbarán los frágiles ecosistemas

por Francisco Mena Espada | Nuestro planeta

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«El peor mal de un hombre es la irreflexión».

Poco podía imaginar Sófocles, poeta griego, que el ser humano, por su naturaleza, poco podía presagiar que sería el protagonista de su propio futuro. Como bien dijo: «El peor mal de un hombre es la irreflexión». El pensamiento racional debe ser una constante para saber vivir.

Para Sófocles, como para la mayoría de filósofos griegos, el ser humano es admirable porque es un ser especial: forma parte de la naturaleza, pero es diferente al resto de los seres naturales.

Cada día que amanece, estamos decidiendo e influyendo en cómo nos afectarán nuestras decisiones a corto y medio plazo, cómo nuestras decisiones perturbarán los frágiles ecosistemas y cómo decidiremos —sí, digo bien: decidiremos—, qué especies evolucionarán o desaparecerán.

Ciertas especies no tienen futuro. Gracias a la acción del ser humano, no les dejaremos que evolucionen, no podrán adaptarse a los cambios que se avecinan y las recordaremos por fotografías o vídeos, ya que nuestros nietos no podrán verlas en su entorno.

Las variaciones climáticas, las temperaturas que se registran en los últimos veinte años, siguen creciendo. Superamos las medias de calor registradas casi todo los años, y estos datos afectan a las corrientes migratorias ya no solo de aves o de plantas con floraciones prematuras, sino también de mamíferos marinos, los cuales no se están adaptando a los diferentes parámetros tanto de salinidad como de acidez de los océanos.

Se trata de un factor más que preocupante, ya que la acidificación de los océanos, debida a los procesos industriales que no gestiona correctamente el ser humano por las necesidades de comercialización de productos y servicios sin una gestión sostenible, produce un aumento de dióxido de carbono, que en contacto con la atmósfera y, sobre todo, con los océanos, activa parámetros de acidez en las aguas que nos rodean, ya sean ríos, lagos o el mar.

Los ecosistemas terrestres y marinos sufren modificaciones de hábitats; las especies o se adaptan rápidamente o tienen que migrar a otras zonas donde poder sobrevivir. No tienen futuro, sus espacios vitales ya no son lo que eran y la supervivencia es el objetivo prioritario para todos.

Científicos estudian, analizan y gestionan datos en cualquier rincón del planeta, zonas con vida con recursos, pero los estudios cada vez son más concluyentes: pérdida de hábitats, calentamiento global, secuelas en los ecosistemas, diversidad funcional de las especies tanto de alimentos como de temperaturas, especies amenazadas, especies extinguidas…

Algunos factores que evidencian el cambio generacional ambiental se activan en zonas del planeta como el Ártico, donde confluyen diferentes patrones climáticos de deshielo, de ecosistemas en peligro, la subida del nivel del mar, la pérdida de masa de hielo en el continente ártico y la despoblación animal de zonas que antaño eran hábitats hermosos y ahora están en peligro.

La subida del nivel del mar nos indica, nos argumenta, posibles reacciones naturales en nuestro planeta: incremento de zonas sensibles debido a dicho aumento y la proliferación de corrientes marinas que inciden en la calidad de los nutrientes, zooplancton marino en declive y ubicado en otras zonas donde habitualmente no suele estar, con el consiguiente declive de las especies que se alimentan del zooplancton, que modifican sus patrones de migración y los adaptan a los cambios globales que se producen en su entorno, a la vez que la incidencia de estas corrientes marinas o circulaciones oceánicas intervienen, por consiguiente, en el clima mundial.

El Ártico no se adapta, los glaciares se derriten y ello produce que la masa de hielo desaparezca; la radiación solar incida en el agua que rodea el ártico y produzca significativos efectos negativos sobre toda especie animal o vegetal, y las corrientes oceánicas perturben ecosistemas. La tendencia medioambiental implica modelos de sostenibilidad sin futuro de estas especies: es la hora de actuar.

«La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo», dijeron esos filósofos griegos, que no podrían imaginar que el futuro podría decidirse no por epopeyas griegas, odas y cantos, literaturas o versos al entorno y a los animales, sino por la acción del ser humano, al cual el futuro del planeta no le inquieta.

Francisco Mena Espada

Científico Medioambiental

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Francisco Mena Espada

Francisco Mena Espada

Científico

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