Por Daniel Tovar
“Estamos aquí de paso”.
Mi abuelo decía una frase que, en el último tiempo, ha adquirido más sentido que nunca: “Estamos aquí de paso”. Era una persona sabia, autodidacta, que se forjó a sí mismo e hizo crecer a mucha gente a su alrededor; no dudaba en compartir sus conocimientos con los demás, siempre que estos se lo pidieran. Jamás daba un consejo sin que le fuera solicitado previamente. Y no se equivocaba al afirmar que la vida puede dar un vuelco en cualquier momento. De hecho, pocas cosas podemos dar por sentadas, más allá de que tenemos un principio y un final. Una génesis y un apocalipsis.
Aunque para apocalíptico, el escenario que se ha vivido en la isla canaria de La Palma con la erupción del volcán de Cumbre Vieja, que lleva semanas perturbando el día a día de los habitantes de ese privilegiado rincón del Atlántico. Podría haber sido un 19 de septiembre cualquiera, pero el de este 2021 se ha convertido en una pesadilla de evacuaciones, confinamientos y, sobre todo, incertidumbre. Nadie sabe cuándo va a acabar. Ni los mejores expertos en vulcanología son capaces de predecir cuánto magma queda por salir de la infernal chimenea.
Era inevitable pensar si, posiblemente, seríamos de los últimos que verían todo aquel poblado en pie,
Un ejemplo de la devastación que se está produciendo es el barrio de Todoque, en el municipio de Los Llanos de Aridane. Quienes tuvimos el desafortunado privilegio -por ser pocas las personas a las que se nos permitía acceder a la zona de exclusión- de presenciar los desalojos de los vecinos, mirábamos el manto de rocas calientes avanzar sin clemencia. Era inevitable pensar si, posiblemente, seríamos de los últimos que verían todo aquel poblado en pie, como más tarde se confirmaría. La materia a alta temperatura se amontonaba junto a los edificios hasta llevarlos al límite y hacerlos ceder, derribando enseres, recuerdos, años de trabajo y sueños por cumplir.
No puedo olvidar la conversación que mantuve, en la ya inexistente plaza de la parroquia de San Pío X, con uno de los responsables públicos que colaboraban en las labores de evacuación. “¿Cómo estás?”, le pregunté, a lo que esta persona respondió, con lágrimas en los ojos y clavando su mirada en la colada de lava, con una expresión tan simple como descriptiva: “¡Es una desgracia!”. Todoque fue el primer gran núcleo engullido por el volcán. Nada pudo hacerse por él. Adiós a su cruce, a las vistas de camino a la playa, al callejón del Pastelero, a su centro de salud, a su parada de guaguas. Tres mil personas se vieron, de la noche a la mañana, sin un techo bajo el que cobijarse.
Solo llegamos a ser conscientes de la volatilidad de lo que nos rodea hasta que estamos al borde del precipicio.
Se ha comentado que por qué construir viviendas en la falda de un volcán, y estas palabras derivan del amplio desconocimiento en torno al origen de las Islas Canarias. Las ocho ínsulas son susceptibles de una erupción, y puede que a partir de ahora, que ha tenido lugar una tragedia sin precedentes que mantiene en vilo a las más de 6.000 personas que han abandonado sus hogares sin la certeza de regresar, se valoren realmente los riesgos de vivir en el Archipiélago. En cualquier punto de la Comunidad Autónoma.
Solo llegamos a ser conscientes de la volatilidad de lo que nos rodea hasta que estamos al borde del precipicio. La vida es una sucesión de olas: algunas te sacuden con fuerza y pueden hacerte tropezar; otras, te llevan al límite de tus capacidades. Y una erupción volcánica es de los fenómenos que hacen estallar la burbuja en la que, por inercia, nos instalamos. La naturaleza es más fuerte que nosotros, y no distingue entre ricos y pobres, pícaros y honestos. Es la vida al desnudo.
Sobre la autoría
San Cristóbal de La Laguna, Canarias - Redactor - Diario de Avisos