La humanidad y el yo
Dos conceptos distintos
©Ángel Gutiérrez
La idea de ser humano es el entorno universal donde el yo personal se proyecta. No es lo mismo preguntarse por la humanidad que preguntarse por el yo. La idea de ser humano representa lo abstracto, lo común, lo universal, que confiere a todos los miembros de la especie un aire de familia. El yo, en cambio, es otra cosa. Cada cual tiene el suyo y resulta ser más familiar e íntimo, más afectivo y vital, y por supuesto intransferible y propio. La idea de ser humano es de todas las personas; el yo es algo exclusivo de cada cual, irrepetible, algo único que sentimos como nuestro, que nos mueve y apasiona, como apasionó a Unamuno, para quien dejar de ser yo era simplemente dejar de ser. “Todo antes que eso,” gritará, pues todo lo que le pase al yo me pasa a mí. “Yo, yo, yo, siempre yo”. Cuando lloro, anhelo o desespero, es el yo el que llora, anhela o desespera por mí.
La identidad y la permanencia en uno mismo
Si la verdad secreta de cada cosa es ser ella misma, y todos los seres se sienten irremediablemente atraídos por permanecer en su propia identidad, ¿por qué los seres más excelsos de la creación van a ser una excepción?
El yo personal como sujeto de la existencia
Ese yo personal que nos hace ser quienes somos es, por idéntica razón, sujeto de todo lo que somos y tenemos, de todo lo que hacemos y nos pasa; oye y siente por nosotras y nosotros, aunque él o ella no sea visto ni oído por nadie. Ahí está, soportando el amasijo de vivencias que alocadamente fluyen por los complicados canales de nuestro existir. Ahí está, poniendo orden en un mar disperso de sensaciones e ideas. Ahí permanece inmutable en su travesía por el tiempo, dando continuidad a la niñez, a la juventud del ayer, a la adultez de hoy y a la vejez que seremos mañana. Somos momentos, no más, de un mismo yo.
La soledad del yo: un espacio impenetrable
Además de irrepetible y único, mi yo es también impenetrable, hecho está de barro y luz. Tiene su morada en los sótanos profundos de una interioridad arcana, poblada de silencios. No sé si en el yo anida la última soledad del ser; de lo que sí que estoy seguro es de que su soledad es la más consciente y la más sentida, como la experimentara Martín Descalzo y que tan bellamente dejara reflejada en el postrer canto de despedida de su “Pájaro solitario”:
«Estamos solos, flores, frutos, cosas
Estamos solos en el infinito
Yo sé muy bien que si esta noche grito
Continuarán impávidas las rosas.”
Cuando se experimenta en toda su profundidad, sobrecoge la soledad que cada cual llevamos dentro.
El misterio de la existencia humana
Este yo irrepetible, único, impenetrable, un poco solitario, que todo lo dispone y lo gobierna, que todo lo sustenta. ¿Quién le soporta a él o a ella? ¿Quién nos hizo sujetos de nuestro ser y esencia de nosotras y nosotros mismos? Alguien debe de haber detrás de este proyecto tan hermoso, pensado para nacer un día, nacido para vivir humana y dignamente, que vive para morir con esperanza y muere para volver a nacer sin dejar de ser el mismo o la misma.
«La idea de hombre es el entorno universal donde el yo personal se proyecta.»
«Ese yo personal que nos hace ser nosotros mismos es por idéntica razón sujeto de todo lo que somos y tenemos.»
«Somos momentos no más de un mismo yo.»
«Este yo irrepetible único impenetrable un poco solitario que todo lo dispone y lo gobierna.»
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Sobre la autoría

Entre otros estudios se graduó en Filosofía obteniendo posteriormente el grado de Doctor en esta misma disciplina por la Universidad Complutense de Madrid, con la máxima calificación de “Sobresaliente cum laude”. Catedrático de esta misma asignatura, ha simultaneado la docencia con cargos directivos y trabajos de investigación, fruto de los cuales han sido la publicación de varios libros y numerosos artículos. Actualmente jubilado, sigue comprometido con el mundo de la cultura a través de publicaciones en relevantes medios de comunicación e impartiendo conferencias en foros de interés cultural, como puede ser el Ateneo de Madrid.