LA VOZ QUE NO CALLA FRENTE A LA TRATA
ENTREVISTA
Ezequiel Escobar Bellshaw
Por Custodia Ponce
Fotografía Bb / GraZie Magazine
“Podrás decidir mirar a otro lado, pero ya no podrás decir que no lo sabías.” Con esta frase, Ezequiel Escobar Bellshaw rompe el silencio que envuelve una realidad incómoda y desgarradora. Para él, la lucha contra la explotación humana no es solo una labor; es un imperativo de humanidad. Su vida como Director Ejecutivo de FIET es un acto de resistencia, una respuesta firme en un mundo donde tantos eligen callar o mirar hacia otro lado.
Conversar con Ezequiel es enfrentarse a la honestidad sin rodeos. Su mirada penetrante refleja una determinación que va más allá de lo profesional. Mientras escucho sus palabras, me doy cuenta de que esta causa, para él, implica un sacrificio real, un desafío constante a intereses y estructuras que han perpetuado la explotación como un secreto a voces. Para Ezequiel, quedarse al margen es una renuncia a nuestra responsabilidad colectiva. Su convicción es tan palpable que resulta difícil, quizás imposible, no sentir ese mismo deber de actuar.
A través de sus palabras y de las historias que comparte, nos confronta no solo con el sufrimiento de quienes han sido invisibilizados, sino también con nuestra propia postura. En una sociedad donde la empatía parece haberse desviado hacia lo superficial, Ezequiel plantea una llamada a la integridad moral y a la coherencia: “Aquí no basta con leyes. Necesitamos educar, necesitamos transformar, necesitamos cuestionarnos como sociedad.”
Esta conversación es más que una entrevista; es un espejo. Nos invita a mirar de frente el dolor y a interrogarnos sobre nuestra propia complicidad. ¿Estamos dispuestos a hacer algo o simplemente a seguir siendo espectadores? Porque, como él dice, la indiferencia también es una elección. Y cuando elegimos ignorar esta realidad, estamos dejando solos a quienes más necesitan ser vistos.
Ezequiel, ¿qué significa para ti estar al frente de FIET y qué es lo que más te impulsa en tu rol como Director Ejecutivo?
––Lo que más me impulsa son las vidas transformadas. Ver que donde hay dolor, angustia y sufrimiento, hay potencial para una vida nueva, empoderada, con un futuro distinto. Desde muy joven, siempre tuve una vocación social clara. Para mí, dedicarme a algo que involucra cambiar vidas ha sido una decisión natural, profundamente influenciada por mi entorno familiar.
Hablas de vocación y mencionas que tu familia jugó un papel clave en tu camino. ¿Cómo influyó ese entorno en la formación de tus valores?
––Totalmente. Mi bisabuelo fue parte de la resistencia noruega, y mis abuelos fueron misioneros del Ejército de Salvación. Crecí en un hogar donde la acción social no era una opción, sino una forma de vida. Mi madre fundó una ONG, y desde pequeño vi cómo ayudar a los demás era algo natural. Este entorno me marcó profundamente, y cuando llegó el momento de decidir qué estudiar, opté por el Derecho para poder contribuir a la justicia social.
Tu viaje a la India parece haber sido un punto de inflexión en tu vida. ¿Qué fue lo que te impactó más durante esa experiencia?
––Sí, ese viaje fue determinante. Visité el distrito de las luces rojas en Mumbai, donde vi a niños explotados y en situaciones extremas. Pero lo que más me tocó fue ver la alegría en esos niños, muchos de los cuales estaban en fase terminal debido al VIH. Lo que me enseñaron es que, a pesar de tener un pasado doloroso y un futuro incierto, vivían el presente con una felicidad pura. Eso me hizo replantear muchas cosas sobre cómo entendemos la vida y el sufrimiento.
FIET representa el paso de las palabras a la acción. ¿Cómo defines ese compromiso desde tu rol como director?
––FIET es precisamente eso: el paso de hablar sobre los problemas a tomar acción concreta. Muchas personas pueden identificar problemas, pero muy pocas están dispuestas a hacer algo al respecto. FIET, en su esencia, significa actuar sin esperar nada a cambio, movidos por la gratitud. Mi rol como director es asegurar que esa misión siga viva, que sigamos siendo un puente para quienes desean actuar en lugar de solo hablar.
Ezequiel, como Director Ejecutivo de FIET, ¿cuál consideras que es tu misión en esta ONG y cómo la persigues en el día a día?
––Mi misión principal es generar oportunidades de vida para las personas más vulnerables. Cada día me esfuerzo por crear una cultura sólida dentro de FIET, una que se fundamente en dos valores esenciales: la compasión y la excelencia. Para mí, la compasión no es solo empatía, es comprender profundamente el sufrimiento de quienes servimos, y a partir de ahí, tomar acción. Muchas veces, vemos el dolor y simplemente pasamos de largo, pero la compasión verdadera nos impulsa a hacer algo.
La excelencia, por otro lado, no tiene que ver solo con los resultados, sino con cómo hacemos nuestro trabajo. Se trata de dar lo mejor de nosotros mismos en cada paso. En FIET, nos aseguramos de que cada persona que se sume a nuestro equipo, sea voluntario o trabajador, comparta estos valores. Queremos que todos sientan que son parte de una misión común y que su trabajo tiene un impacto real en la vida de otros.
¿Cómo se refleja esa cultura sólida en el día a día de la organización?
––La cultura de FIET se construye con esfuerzo. No es algo que se da automáticamente, porque todos venimos de trasfondos diferentes. Mi trabajo es crear un ambiente donde cada persona que llega pueda sentirse identificada, donde haya un sentido profundo de pertenencia, y donde puedan marcar la diferencia. Si logramos que cada miembro de FIET, ya sea personal o voluntario, se comprometa con la compasión y la excelencia, entonces hemos alcanzado algo grande.
Además, es crucial que la organización no dependa de una sola persona. Mi objetivo es que FIET tenga una estructura sólida, una forma clara de hacer las cosas, para que el día que yo ya no esté, la misión continúe sin problemas. Creo que el éxito de un buen líder es dejar un legado, un camino que otros puedan seguir y continuar el trabajo con la misma pasión.
Has hablado de compasión y excelencia como pilares fundamentales de FIET. ¿Cómo defines la compasión en el contexto de tu labor?
––La compasión va más allá de la empatía. Se trata de entender el dolor del otro, aunque no siempre podamos experimentarlo en primera persona. Por ejemplo, no puedo comprender completamente lo que siente una mujer que ha sido víctima de abuso, pero puedo hacer todo lo posible por acercarme a su realidad y actuar para aliviar su sufrimiento. La compasión nos mueve a actuar. Muchas personas pueden sentir empatía, pero no toman acción. La compasión verdadera nos impulsa a no quedarnos indiferentes.
¿Y qué significa la excelencia para FIET?
––La excelencia no se trata solo de cumplir metas o de cuántas personas ayudamos. Para nosotros, la excelencia es la forma en que hacemos nuestro trabajo, con amor y dedicación, dando siempre nuestra mejor versión. Cada día, nos esforzamos por mejorar no solo en los resultados, sino en el proceso, asegurándonos de que nuestras acciones reflejen nuestros valores.
FIET parece ser un proyecto profundamente colaborativo. ¿Cómo afecta el trabajo en equipo a tu rol como Director Ejecutivo?
––El equipo es mi descanso. FIET no sería lo que es sin el talento y la creatividad de las personas que se han sumado al proyecto. No podemos hacerlo todo solos, y es muy reconfortante ver cómo otros líderes emergen dentro de la organización. Yo aprendo constantemente de las personas que me rodean. El verdadero éxito se logra en comunidad, cuando todos trabajamos con un objetivo común.
Ezequiel, ¿puedes contarnos alguna experiencia en la que te hayas sentido especialmente conectado con la causa?
––“Tengo muchas experiencias, pero lo interesante es que para mí, la mejor siempre es la que está por venir. Cada día me enfrento a nuevas historias que me confirman que vamos en la dirección correcta. Pero hay una que me marcó profundamente y la comparto con frecuencia en algunos contextos.
Es la historia de una mujer a la que llamaremos Fátima, por razones de seguridad, que fue captada por una red de trata de personas desde Marruecos. Esta mujer fue explotada sexualmente y, para mantenerla sometida, su hijo pequeño, Sayid, de apenas 3 o 4 años, fue retenido por la misma organización criminal. Ella solo podía verlo dos horas a la semana, y esas dos horas eran su única razón para soportar el sufrimiento diario.
Nuestro equipo intervino y logramos liberarla a ella y a su hijo. Ambos fueron acogidos en nuestros recursos residenciales, y el proceso de restauración fue increíble. Sayid, que había sido un niño traumatizado, conflictivo y con mucho sufrimiento, empezó a florecer. Aprendió español, hizo amigos y, seis meses después, celebramos su cumpleaños con sus compañeros de clase. La madre se derrumbó emocionada, agradeciéndonos, porque había pasado de tener dos horas con su hijo a verlo vivir una vida feliz y libre.
Esta historia me demuestra, una vez más, que “La luz siempre vence a la oscuridad”.
Como Ezequiel Escobar y FIET defienden la dignidad humana
¿Cómo esta experiencia resuena con la misión de FIET y tu visión del trabajo que realizas?
–– “Lo que más me impacta de esta y otras historias es el poder del Amor. Puede sonar cursi, pero es la verdad. Martin Luther King lo dijo: ‘No podemos combatir la oscuridad con más oscuridad’. Solo con luz podemos vencer la oscuridad, y eso significa que con Amor podemos combatir el odio. En nuestro trabajo, esa luz es lo que nos impulsa a seguir.
Cada día me siento el hombre más pequeño del mundo al enfrentarme a un problema tan grande como la trata de personas. Las organizaciones criminales que se lucran de la explotación sexual tienen muchos más recursos que nosotros. Sin embargo, estas pequeñas victorias nos muestran que el camino correcto es el de la compasión y la excelencia, valores fundamentales en FIET. No podemos cambiar el mundo solos, pero sí podemos hacer que cada estrella de mar que salvamos importe. Y cuando logramos eso, nos damos cuenta de que no estamos tan solos en esta lucha.”
Imagina que tienes el poder de cambiar una situación social tan problemática como la trata de personas y la esclavitud sexual. ¿Cómo crees que la sociedad civil puede comprometerse de manera activa para enfrentar este tipo de problemas?
––“Primero, es fundamental que como sociedad reconozcamos que nos hemos equivocado y aceptemos la necesidad de un cambio de rumbo. La mayoría de las veces se atribuyen estos problemas a los políticos, pero la realidad es que la responsabilidad es compartida. La trata de personas y la esclavitud sexual no son problemas exclusivos de una clase o grupo, sino que atraviesan todos los sectores: empresarios, funcionarios, ciudadanos comunes… Es un fenómeno transversal.
Debemos salir de nuestro círculo de individualismo y entender que estas personas podrían ser nuestras hijas, madres o amigas. Sólo cuando la sociedad civil asuma la responsabilidad y se involucre, será posible generar un cambio significativo. Este compromiso empieza por hacer visible el problema, por confrontarlo y por detener la normalización de conductas que perpetúan estas realidades, como la difusión de material sexual en redes o la aceptación de la prostitución como algo inevitable.
Es incómodo hablar de estos temas, y por eso muchos prefieren evitarlo. Pero sólo cuando nos enfrentamos a esa incomodidad, surge la posibilidad de un cambio real. Necesitamos un proceso de transformación, lo que en griego se denomina ‘metanoia’, que implica no sólo tomar conciencia, sino arrepentirnos y actuar de manera diferente. Si como sociedad civil no logramos esa transformación de mente, el cambio nunca llegará.”
¿Cómo manejas el estrés y la presión diaria para seguir adelante?
––“Trabajar en una ONG puede ser agotador, especialmente cuando te enfrentas al sufrimiento de otros. Para manejar el estrés, he aprendido que es esencial contar con una fuente de fortaleza personal. En mi caso, la fe y el propósito claro de lo que hago son mis pilares. Cuando recuerdas por qué estás aquí, te motiva a seguir. Además, en nuestra organización fomentamos el autocuidado como parte esencial del trabajo: realizamos actividades de equipo, compartimos experiencias y nos apoyamos mutuamente. Vivir en el presente también es importante; ser consciente del ahora evita que el estrés te consuma. En última instancia, el bienestar es una responsabilidad, porque solo cuidándonos podemos cuidar a otros.”
A lo largo de tu carrera apoyando a personas en situaciones de vulnerabilidad, ¿cuál ha sido el impacto más significativo que has observado en sus vidas? ¿Cómo enfrentas los momentos más difíciles en este camino?
––“Una de las experiencias más significativas es ver cómo mujeres que han superado situaciones de explotación deciden dedicar sus vidas a ayudar a otras. Este deseo de sanar y rescatar a otros demuestra el poder transformador de la empatía y el perdón. Eleanor Roosevelt decía: ‘Enciende una vela en lugar de maldecir la oscuridad’, y eso lo veo en ellas. Estas mujeres no buscan venganza, solo evitar que alguien más sufra lo que ellas sufrieron. Sin embargo, uno de los mayores desafíos es ver cuando alguien decide no seguir adelante a pesar del apoyo. Eso nos enseña que nuestra labor es acompañar sin imponer, y aceptar que cada persona tiene su propio camino.”
Podrías contarnos algún momento en el que enfrentaste una situación difícil apoyando a personas en el programa? ¿Qué lecciones te dejó?
“En esta labor, hay momentos muy duros. Un ejemplo difícil es cuando alguien está cerca de cambiar su vida, pero retrocede por miedo o trauma. Es especialmente doloroso cuando ocurre con madres que quieren un futuro mejor para sus hijos, pero no pueden dar ese paso final. He aprendido que no podemos atar nuestra felicidad al resultado ni controlar el destino de otra persona. Nuestra labor es de apoyo, no de héroes. Respetamos su tiempo y proceso, y aunque nos impacta cuando alguien no avanza, debemos acompañar sin asumir el control.” Podemos acompañar y apoyar, pero cada persona es la protagonista de su historia y, como tal, la decisión final le pertenece.
¿Cómo lográis identificar esos puntos ocultos donde se encuentran personas en explotación, que suelen permanecer bajo el radar?
“Sí, esos espacios suelen estar ocultos, pero al mismo tiempo son más accesibles de lo que parece. Actualmente, gran parte de la explotación se da en propiedades privadas, protegidas legalmente, lo cual complica el acceso. En ciudades como Madrid, existen miles de pisos de prostitución. Para intervenir, el sistema legal exige pruebas sólidas, y todo el peso suele recaer en la víctima. Este es un problema transversal en el que confluyen varios factores.
Primero, la naturaleza de la explotación en lugares privados convierte la intervención en un proceso lento y burocrático. El sistema procesal y jurídico protege la propiedad privada, lo que significa que, sin pruebas contundentes, no se pueden realizar registros.
Segundo, existe un interés económico detrás de la explotación. Se trata de un mercado que genera beneficios para ciertas personas con poder y posición económica, y, lamentablemente, en algunos casos, aquellos con recursos y oportunidades pueden tomar el rol destructivo en lugar de contribuir de forma positiva a la sociedad. Esto es algo que permea todas las clases y profesiones.
Y en tercer lugar, tenemos una falta de acción legislativa adecuada. Aunque se realicen redadas, muchas veces vemos que el cliente espera a que termine para volver a entrar. Es como si el sistema permitiera, o incluso aceptara, este ciclo. Esta pasividad legislativa perpetúa el problema, ya que deposita toda la responsabilidad en quienes menos pueden soportarla: las víctimas. Ellas sufren una doble victimización, primero por su situación y luego por la falta de protección efectiva del sistema, que termina recargando sobre ellas todo el peso de la intervención.
“La explotación es, en sí misma, un problema social y endémico que necesita una solución de fondo. Sin cambios reales en el enfoque y en las leyes, seguirá siendo un negocio oscuro e injusto.”
Ezequiel, tras esta entrevista, me atrevo con este título “El cuerpo no está a la venta”, tú ¿Cómo ves el futuro de la lucha contra la trata de personas y la explotación sexual?
––“Es un reto enorme porque la prostitución y la explotación sexual están normalizadas en nuestra sociedad. La mayoría de las personas no la perciben como un problema social grave. Hay quienes incluso justifican la prostitución argumentando que es un trabajo o que evita otros males, pero nadie debería aceptar que una persona sea usada como un objeto sexual. Nadie querría eso para su hija, su esposa o su madre.
La demanda es el corazón del problema, y no se solucionará solo con prohibiciones. El tráfico de drogas está prohibido y, sin embargo, sigue siendo un problema debido a la demanda. Lo mismo sucede con la prostitución. Mientras no abordemos las raíces del problema, como la pobreza que empuja a muchas mujeres a esta situación, no habrá un verdadero cambio.
Nuestro objetivo en FIET es que llegue un momento en que la sociedad entienda que el cuerpo y la dignidad de una persona no están a la venta. Y creo que lo lograremos, aunque aún queda mucho por hacer. Lo que nos mueve es saber que “cada vida que restauramos es una victoria que ilumina el camino.”
«Cada vida que restauramos es una victoria que ilumina el camino”
Reflexión
La historia de Ezequiel Escobar Bellshaw y su trabajo en FIET nos recuerda que la lucha contra la trata de personas y la explotación sexual no es solo una batalla legal o política, sino una cuestión de dignidad humana. Las historias como la de Fátima y Sayid nos enseñan que la compasión y el amor pueden transformar vidas, y que, aunque los desafíos sean enormes, cada pequeño acto de humanidad es una victoria. Como sociedad, debemos preguntarnos: ¿qué estamos dispuestos a hacer para proteger la dignidad de quienes más lo necesitan?
“Podrás decidir mirar a otro lado, pero ya no podrás decir que no lo sabías.”
“La luz siempre vence a la oscuridad.”
“Necesitamos educar, necesitamos transformar, necesitamos cuestionarnos como sociedad.” “Lo que más me impulsa son las vidas transformadas.”
“La compasión verdadera nos impulsa a no quedarnos indiferentes.”
“El cuerpo y la dignidad de una persona no están a la venta.”
#SiempreGraZie
Sobre la autoría
Como CEO de GraZie Magazine, mi misión es transformar y elevar el concepto de la comunicación, convirtiendo nuestras publicaciones en un referente dentro de su nicho. Esto no trata solo de mantenerse al día con las últimas tendencias, sino de innovar y buscar nuevas formas de contar historias que realmente importan y nos conduzcan a un estado de reflexión. Estoy comprometida a liderar con una visión clara y estratégica, enfocada en el crecimiento sostenible y la innovación constante.
En mi rol, tengo el privilegio de coordinar y motivar a un equipo increíblemente talentoso y comprometido con este magazine. Juntos, hemos incrementado nuestra base de lectores de manera significativa y fortalecido nuestra presencia en el mercado, con la mirada puesta en expandirnos aún más. Nuestro enfoque está en crear contenidos relevantes y atractivos que no sólo informen, sino que también inspiren y conectan profundamente con nuestra comunidad.
Mi amor por la comunicación no se detiene aquí. Estoy dedicada a seguir aprendiendo y creciendo en este apasionante campo, siempre buscando nuevas formas de mejorar y ofrecer lo mejor a nuestros lectores. La comunicación no es solo una profesión para mí; es mi vocación y mi pasión.