Reyes Martel: MAGISTRADA QUE TRANSFORMA VIDAS

Como madre y jueza, ¿cómo logras equilibrar tus responsabilidades personales con las profesionales, especialmente al enfrentar situaciones difíciles con menores?

–Es un desafío constante porque, aunque ser jueza de menores te aproxima un poco más a la experiencia de ser madre, ambas responsabilidades son muy distintas. Mi hijo, en momentos de conflicto, como suele ocurrir entre madres y adolescentes, a veces me critica diciendo cosas como: «Mamá, te interesan más los niños que yo». Esta frase me ha hecho detenerme y reflexionar, ya que, aunque me preocupo mucho por los menores con los que trabajo, mi hijo es mi prioridad.

Intento siempre dedicarle tiempo, pero reconozco que no siempre es fácil. A menudo me encuentro dividida entre el trabajo en los juzgados, mi participación en la ONG y otras actividades, lo que puede llevar a momentos de tensión. Por ejemplo, hay veces en las que él quiere hablar conmigo y, aunque le digo que lo estoy escuchando, en realidad estoy concentrada en otra cosa. Esto ha generado algunos conflictos entre nosotros.

Recuerdo una anécdota de cuando era más pequeño. En el colegio le preguntaron cuántos hermanos tenía, y él, después de pensarlo, respondió: «Hasta hace poco era hijo único, pero ahora parece que mi madre ha adoptado a mil niños«. Sin embargo, a medida que ha ido creciendo, especialmente desde que empezó a participar en varias actividades conmigo, ha comenzado a entender mejor mi trabajo y a aceptar esta realidad.

A pesar de las dificultades, busco constantemente ese equilibrio, asegurándome de que, aunque mi trabajo es muy importante, mi hijo siempre sepa que él es mi principal prioridad.

Foto de familia en Gáldar de la octava edición del camino de los valores etapa Canaria

En el proceso de reinserción de los jóvenes que han cometido algún delito, ¿qué rol desempeñan las familias?

–El papel de la familia es fundamental, siempre y cuando verdaderamente exista como tal. No me refiero solo a la presencia física de la familia, sino a que cumpla con su verdadero rol. La educación de un joven comienza en el hogar; aunque el conocimiento se adquiere en el colegio o la universidad, los valores esenciales y la educación en sí deben provenir de la familia. Sin embargo, para que una familia pueda educar adecuadamente, primero debe estar fundamentada en valores sólidos y haber recibido educación en ese sentido. Es un ciclo continuo.

Lamentablemente, muchos de los jóvenes con los que trabajamos provienen de familias que, en lugar de ser un apoyo, se convierten en un obstáculo. Y aunque pueda sonar duro, en algunos casos, sería preferible que estos jóvenes no tuvieran la familia que tienen, porque una familia tóxica puede sabotear cualquier esfuerzo de reinserción.

Yo lo describo de manera gráfica: es como cuando un cachorro pierde a su madre y debe ser alimentado por nosotros con una jeringuilla o un biberón. Si lo hacemos bien, el cachorro puede salir adelante. Pero si una familia es tóxica y carece de valores, lo único que logra es dificultar cualquier posibilidad de que el joven reciba la educación y el apoyo que necesita para reinsertarse en la sociedad.

Reyes Martel, Magistrada Juez del Juzgado de Menores número 1 de Las Palmas de Gran Canaria, llegando a Gáldar

Cuando trabajáis en la reinserción de estos chicos para que vuelvan a una vida normal, ¿es común que no quieran regresar con su familia?

Sí, es bastante común, más de lo que uno podría imaginar. Llegar a ese punto, en el que un joven decide que no quiere volver con su familia, es un proceso extremadamente difícil, porque lo natural es sentir un apego hacia tus padres, especialmente hacia tu madre. Este apego tiene una base biológica; como seres humanos, tenemos una necesidad innata de pertenecer al grupo en el que nacimos. Por eso, cuando un joven llega a la conclusión racional, no sentimental, de que no quiere regresar con su familia, significa que ha pasado por experiencias muy dolorosas.

El vínculo con la familia es tan fuerte que, incluso cuando el joven sabe que su familia es perjudicial para su bienestar y desarrollo, siente una enorme dificultad para romper esos lazos. Es comparable a una adicción: sabes que es dañino, pero romper con ello es tremendamente difícil.

Recuerdo el caso de una niña que funcionaba muy bien cuando su madre no estaba presente. Vivía en un hogar de protección, estudiaba, cumplía con las normas, y avanzaba en su vida. Sin embargo, cada vez que su madre aparecía, todo se desmoronaba. Su madre no la quería realmente; la utilizaba como un instrumento para obtener subvenciones y ayudas económicas. A pesar de esto, la niña quería a su madre y creía que su madre también la quería, lo que hacía que cada reencuentro la destrozara emocionalmente.

En una ocasión, tuvimos un juicio donde la madre, que aún tenía la patria potestad en ese momento, debía presentarse porque era responsable civil de los daños causados por su hija. La citamos varias veces y no se presentó hasta que le advertimos que sería llevada por la fuerza pública. Finalmente, se presentó, pero lo hizo de una manera tan insensible y cruel que rompió el corazón de su hija. Desde la puerta, gritó que no tenía dinero, sin siquiera saludar a su hija. En ese momento, la niña se dio cuenta de la realidad, y entró en un estado de shock, llorando desesperadamente.

Nos costó mucho ayudar a esa niña a aceptar que su madre no la quería. Imagínate el impacto de que te digan que tu propia madre no te quiere. Lo único que esa niña deseaba era el cariño y la atención de su madre, pero la verdad es que su madre la utilizaba para su propio beneficio. Es un ejemplo desgarrador de cómo, en algunos casos, la familia, en lugar de ser un refugio, se convierte en una fuente de profundo dolor.

¿Te gustaría añadir algo más?

Sí, me gustaría aprovechar para animar al tercer sector en general. Todos los años, cuando realizamos la actividad de El Camino de los Valores y en todas las iniciativas que llevamos a cabo desde #UP2U, hemos visto cómo nuestra red crece y se fortalece. Nos hemos convertido en una Entidad de Entidades, una red en la que distintas organizaciones del tercer sector colaboran para abordar problemas desde una perspectiva más amplia y efectiva.

Es importante entender que nadie es perfecto en todo, y que la colaboración nos ofrece una visión más enriquecida para resolver los desafíos que enfrentamos. Es similar a lo que sucede en la vida diaria: todos hemos tenido momentos en los que nos sentimos atrapados por un problema que no sabemos cómo resolver, dándole vueltas una y otra vez, perdiendo horas de sueño. Pero, a veces, al compartir ese problema con alguien más, obtenemos una nueva perspectiva que no habíamos considerado.

Eso es lo que intentamos hacer en #UP2U, compartir nuestras experiencias y aprender de las de otros, para que juntos podamos encontrar soluciones que beneficien a toda la sociedad. Por eso, invito a todas las entidades del tercer sector a que sigan trabajando en red, a que colaboren y compartan sus conocimientos y recursos.

En el Camino de los Valores, cada año elegimos un valor o una causa por la que caminar, y lo hacemos en conjunto con organizaciones que trabajan en esas áreas específicas. Hemos caminado contra la violencia, por la paz, en apoyo a La Palma, contra el cáncer, y este año caminamos por la discapacidad. Al final de cada camino, cuando llegamos a Santiago de Compostela y entregamos Las Compostelas, surge de manera mágica el motivo para el siguiente camino.