El Cuerpo de Cristo
Por Ángel de Quinta
Ya van por 10.000 firmas recogidas. No está mal. 10.000 ciudadanos libres que, indignados, ofendidos, ultrajados por semejante provocación, han decidido compartir sus datos con Change.org para protestar por tamaña agresión y solicitar su “inmediata retirada”.
Cuando veo cosas como esta pienso en Dios, sí, y en lo mal que le salió la especie humana, con lo apañaos que le quedaron los animalitos y las plantas.
De eso se trata, de Dios y de su representación, algo que viene fascinando y molestando -casi a partes iguales- desde que al primero se le ocurrió imaginarlo. Desconocemos la figura del Creador igual que ignoramos lo que nos aguarda después de que nos cierren los ojos, por eso tal vez no hemos dejado de inventarnos tanto lo uno como lo otro, el hombre luchando contra lo que no sabe, paliando el verdadero misterio de la vida a golpe de dogmas y creencias. Ya lo hacían los griegos cincelando las curvas de Afrodita o los cuádriceps de Hermes, raspando mármol a lo que daba hasta que no llegaran al núcleo de la perfección absoluta. Pero ¿les había enseñado alguien una foto de carné de sus dioses? ¿Quién dijo que tuvieran que ser tan bellos? ¿Quién decidía qué era lo bello? ¿Y lo digno? ¿Y lo apropiado?
No sé si tendrían algo como el Change.org, pero seguro, no lo dudo, que en cuanto alguien quitara el trapo de una de aquellas estatuas habría de todo, maravillados y disgustados, por esto o por aquello, porque nunca llueve a gusto de todos, por el miedo a lo nuevo o lo diferente, por ignorancia muchas veces, porque si tu apoyas a este yo tengo que apoyar al otro y eso es lo que hay.
Aquellos sí que eran foros de verdad, de hecho los inventaron ellos, pero ya hubieran querido, con todas sus togas y sus laureles, haber tenido la mitad del ambiente que generó, en las barras cerveceras o en las casas de hermandad -y por supuesto en Twitter o como se llame ahora-, la presentación del cartel de la Semana Santa sevillana de 2024. Ya hubieran querido.
Igual es que no estaban tan aburridos, porque, francamente, pienso que el verdadero foco y origen de todas estas polémicas surge del más puro, simple y meridiano aburrimiento de la sociedad actual. Igual en el ágora ateniense o en el foro romano tenían cosas más interesantes de las que discutir, digo yo. ¿Qué te parece lo que acaba de hacer el tirano de Aristágoras? Por poner un ejemplo.
Todo lo que se populariza se vulgariza al mismo ritmo. Cuando la representación divina estaba limitada a las altas esferas de la Iglesia, el prototipo o la iconografía se encontraban blindados, reservados para los jerarcas y los expertos que solo mostrarían la visión oficial de las cosas. No solo en el catolicismo, sino en cualquier religión, hasta en la musulmana, en la que no saben la de problemas que se han quitado al no poder representar a su dios ni a su profeta, la de quebraderos de cabeza de los que se han librado al no tener que sacar cada año concurso oficial para el cartel del próximo Ramadán.
Shiva, Anubis, Buda… cada uno esculpido a imagen y semejanza ¿de quién? De una idea, de una figuración, de una entelequia, porque ninguno de ellos posó para nadie, que se sepa. Tampoco Abraham, ni Isaac (siempre a punto de ser degollado el pobre chiquillo), ni San Gabriel anunciando la buena nueva, ni María, ni Jesús de Nazaret. Como, aparte del Sudario de Turín -de fiabilidad discutible- no tenemos mucha más información de cómo era el aspecto físico de Nuestro Señor, llevamos siglos sin dejar de imaginarlo, acomodándonos a un esquema que nos han ido vendiendo a lo largo de los tiempos a pesar de que ni en la Biblia, ni entre sus contemporáneos, se arroja luz alguna sobre la pinta que tendría. Los apóstoles hablaron de sus hechos, de sus palabras, de su mensaje, que ya con eso tenían de sobra, pero nada sobre si llevaba el pelo corto o si tenía los ojos marrones o celestes. Nada.
San Pablo se negó a admitir descripciones fisonómicas, tal vez tratando de evitar la idolatría (si viene ahora se cae de espaldas), algo tan frecuente en las fronteras entre el politeísmo y el monoteísmo, y así fue hasta que dos siglos después empezaron a divulgarse imágenes del “Buen Pastor”, una de sus primeras iconografías, cargando con una oveja sobre sus hombros. Aquellos cristianos primitivos no eran muy amigos de esculpir figuras o adorar crucifijos, aún no, preferían dibujar símbolos, como el pez o el ancla, mucho más discretos dadas las persecuciones que estaban sufriendo. Pero cuando Roma se volvió cristiana…ahí empezó el lío. Era inevitable que la tradición escultórica del paganismo se filtrara en las costumbres de aquellos devotos, incapaces, como nos sigue pasando a nosotros, de rezarle a un ente abstracto, necesitados de poner cara al foco de sus plegarias.
Y a partir de ahí se empezaron a fabricar, tallar y pintar, vender y comprar, imágenes de un Jesús imaginado por los que no lo habían visto jamás. Y no tenía barba como nuestro Gran Poder, ni tampoco era grande ni musculoso, ni moreno aceitunado, sino más bien delicado, pálido, estilizado en sus líneas y su postura. Y lo plasmaban joven, y con pelo largo, con ciertos rasgos andróginos podríamos decir. ¿Te suena de algo?
Con los bizantinos y la figura del Pantocrátor se fue perdiendo la forma clasicista de representarlo, a la manera de un Apolo o un Dionisio, mostrando ahora un semblante más serio y autoritario, imponiéndose una mirada grave y una barba oscura que acompañará a Jesús hasta el presente. La impronta del Dios todopoderoso se superpondrá sobre la del hijo del carpintero, más humana y terrenal, que no llegará a culminar de verdad hasta que Murillo empezara a contratar modelos de la calle, hasta que los santos se volvieron de carne y hueso.
Por cierto, Murillo también solía usar a sus propios hijos como modelos. ¿Te suena de algo? A pesar de que a la Santísima Inquisición no le hacía ni puñetera gracia esa moda de ir asemejando los mitos a los paisanos, las Inmaculadas a las vecinas o los cristos a los obreros que se ganaban unos reales posando un rato para el artista.
Y el verbo se hizo… cuerpo. Y después del gótico, aquellas figuras hieráticas e inexpresivas tomaron realidad en el renacimiento, para que después el barroco llevara los detalles de la piel hasta las últimas consecuencias. Y la sangre brotó generosa sobre la generosa musculatura de Dios, y los ojos, y el cabello, y las manos con sus llagas se volvieron más que humanas, divinas de puro humano, y a partir de ese momento, o tal vez desde mucho antes, el fin ya no sería mostrar sino impactar, conmover, oprimir los corazones de los fieles que se llegaban a identificar con el dolor sufrido por su Señor. Y los escultores y los pintores hicieron su agosto, y la Contrarreforma se puso a fabricar santos, mártires, patronas y cristos a lo que daba, con tal de llevarle la contraria a Lutero o a Calvino, que, pobres ellos, no eran muy de rezar ante una figura de roble, locos ellos, defendiendo que la verdadera belleza de Jesús está en su mensaje.
Existen pocas manifestaciones en el planeta, culturales o religiosas, en las que la imagen haya alcanzado una relevancia semejante a la de Sevilla en su Semana Santa, y no solo en lo que a producción escultórica se refiere. Orfebrería, bordados, pintura, fotografía, cartelería… El epítome de la iconografía sublimada sobre la canastilla de un paso o pegada al escaparate de un bar o de una mercería. El anuncio más esperado de la estación más esperada del año en forma de carteles que en las últimas décadas se han multiplicado de manera extraordinaria, afiches de cada hermandad, de sus correspondientes cultos, de cada barrio, de cada peña, con colores, formas, estampas, conceptos diferentes pero iguales en la mayoría de los casos, y no te atrevas a sacar los pies del plato, o del póster, porque no sabes la que te espera. ¿Verdad Salustiano?
El artista seleccionado para componer el cartel oficial del Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla de la Semana Santa de 2024, Salustiano García, ha cometido el atrevimiento de negarse a plasmar una típica escena cuaresmal (paso de palio con su candelería llameante, un crucificado a contraluz con la Giralda de fondo y una luna muy redonda, una fila de nazarenos cruzando por las naves de la catedral o una dolorosa de perfil entre azahares y claveles reventones…), y claro, ha levantado ampollas, o llagas, que es más apropiado. Salirse de la norma es casi una obligación para todo creador que se precie, y ofrecer algo nuevo o al menos no mil veces transitado por otros muchos, debería ser de agradecer. Ya se ha hecho numerosas veces rompiendo el cliché del típico cartel de toros o de las fiestas primaverales, no sin sus correspondientes polémicas, claro, pero lo que este año ha sucedido… lo que aún está sucediendo…que venga Dios y lo vea.
Te puede gustar más o menos, te puede chocar más o menos -yo reconozco que me chocó la primera vez que lo vi-, pero por el amor de Dios (lo siento, me sale sin querer), solo se trata de un cartel, de una imagen que nos convoca para algo grande y hermoso, ¿a qué elevarlo a una cuestión de estado? No tengo tiempo ni paciencia para enumerar las atrocidades escuchadas los días siguientes a su “estreno”, ni la cantidad de memes y bromas, de gusto a veces más que reprobable, que la revelación de la obra ha provocado. Y el cuadro presenta a Jesús, nada más, pero a un Jesús que no estamos acostumbrados a mirar, de líneas suaves y rotundas a la vez, de trazos hiperrealistas y look atemporal, con melena, ojos almendrados, barba oscura, piel sedosa, sin corona de espinas ni sangre sobre la frente. Porque, entre otras cosas, no presenta a Cristo muerto o agonizante, sino resucitado, algo poco usual en las estampas pasionales, porque, entre otras cosas, no parece importar demasiado que Dios resucite después de tanto sufrimiento, de hecho pocas veces ha sido protagonista de tan “sagrados” carteles.
El pintor Salustiano García ha cometido el crimen de representar a un Jesucristo curado por su propio milagro, recién salido de la oscuridad del sepulcro, sereno, calmo, tocado con las tres potencias de oro como obligada referencia a los jesuses de los pasos y un sudario arremolinado como concesión al barroco que tanto nos mueve a los cofrades de bien (las potencias vienen del Cristo del Amor y el sudario del Cachorro). Joven sí, tal vez demasiado, pero nada decimos cuando vemos representada a su madre como una muchacha de veinte años llorando la muerte de un hijo de treinta y tres.
Con una espléndida carrera a sus espaldas, el artista no mucho tiene que demostrar, aparte de la valentía de defender su idea, refrendada oficialmente por el comité responsable de su designación. El valor de predicar en el desierto, algo nada ajeno a los que se meten en semejantes fregaos, el de plantar cara a un ejército de 10.000 -ríete tú de las Termópilas- que poco menos quieren hacer una pira en medio de la Plaza de San Francisco con el cartel de marras y toda la obra (espléndida por demás) del interfecto, que en esta querida ciudad debatida entre rancios y modernos somos muy de quemar cosas antes de ponernos a hacerlas mejor.
Que se trata solo de un póster hombre, uno que anuncia la llegada del día del amor fraterno, por si a alguno se le ha olvidado este detalle, y que, con mejor o peor acierto -libre es cada uno de decidir- lo único que hace es dibujar el cuerpo de Cristo, mirándonos fijamente, señalando con un dedo, a la manera del Greco (otro incomprendido que pa qué te cuento), una llaguita en el costado que casi no se ve porque está sanando un año más, pidiéndonos, con la mirada fija en todo aquel que lo venere o lo denigre, un poco de paz y de amor.
#SiempreGraZie
Sobre la autoría
Ángel de Quinta sueña con ser escritor, pero mientras eso llega…escribe. Y enseña cursos de humanidades a alumnos norteamericanos en la Universidad de Sevilla (Historia Cultural de España, Arte y Cultura en al-Andalus, Novela y Cine…). Es autor del libro de texto “Lecciones de Cultura y Civilización Española” (Ed. Diada, 2013), y como apasionado de las artes escénicas y en especial del teatro musical, publica periódicamente en su blog “Stage door” (angel-stagedoor.blogspot.com) para no alejarse demasiado de sus adoradas calles de Broadway. En los últimos años ha colaborado en diversas publicaciones con reseñas, críticas teatrales o artículos de diversa índole como la revista “Pop up teatro” o el blog literario “Editorial Acto Primero” (editorialactoprimero.com/blog/)
Escribir es recordar lo que nunca pasó, ojalá lo hubiera dicho yo pero ya lo hizo Siri Hustvedt, que me cogió la delantera. Traer de los desvanes de la memoria lo que se soñó y no se hizo, las vidas que se imaginaron y no se vivieron, o las que están por llegar sin aún intuirlo. Lo que no comprendo lo escribo, eso sí es mío –creo yo- y tal vez el motor principal que me impulsa a pelearme con el blanco pérfido e inmaculado del papel o de la pantalla. A ver quién gana hoy.
Si te ayudo a recordar lo que nunca existió o a comprender lo que no entiendes con mis humildes escritos, es gracias a GraZie Magazine y a la bondad de quienes la inventaron como un arma de construcción masiva, gracias a ellos y a ti por regalarme tiempo y atención. Siempre GraZie.