Por Pedro Rodriguez Castañeda
Después de este verano caluroso y especialmente incendiario que anima a escribir estas líneas, invito a los ciudadanos a la acción y a tener un carácter activo, característica muy asumida en la sociedad actual, pero posiblemente, dirigida en la mala dirección. Sí, me refiero a que nuestra sociedad casi nos obliga a realizar actividades concretas, no por lo atractivo que sea la actividad en cuestión, sino porque existe un interés económico en beneficio del promotor. Entre estas actividades podríamos resaltar las que son placenteras, sea música, arte, viajar, consumos muy generalizados relacionados con nuestro aspecto y excesos en comidas y bebidas.
La acción y el carácter activo, sobre todo después de lo dicho, considero que se han de dirigir principalmente para conseguir una sociedad responsable, donde debe ser prioritario trabajar y conseguir la verdad. Con esta priorización se podrían evitar desastres como los incendios citados, las DANAS, y cualquiera de las deficiencias que vivimos en estos momentos. Conseguiríamos una humanización en nuestra sociedad y nos alejaríamos de las corruptelas y de la mala utilización del poder, siempre diferenciando a los personajes que tienen ese poder, en mayor o menor grado, por su conocimiento, su capacidad y su bien hacer, sean políticos, empresarios, jueces, fiscales, técnicos, periodistas o cualquier otra ocupación que pueda estar en contacto con decisiones que nos afectan a todos los ciudadanos.
La vida humana es lo que une a los hombres y además nos distingue, resaltando que la mística es la característica humana por excelencia.
La experiencia de la vida, como todos sabemos, es corporal, intelectual y espiritual, o, dicho de otra manera, la vida humana es material, humana y divina.
Santo Tomás de Aquino lo expresaba con mucha claridad, “la fe es la vida del alma, la que nos permite gozar de la Vida”.
En el momento actual estas frases pueden resultar poco apetecibles e incluso opuestas a la forma de entender la vida para muchas personas, sobre todo, por la situación que vivimos de descontrol, de manipulación geopolítica e intereses personales, no sociales como lo denominan los llamados progresistas. Esta posición está llevando a la sociedad en general a un incremento constante de la violencia, no solo con armas o agresiones físicas, que también, sino que se está incrementando la violación de la dignidad de las personas y la violación del orden de la realidad. Especialmente el hombre occidental ha perdido el soporte cultural y religioso tradicional e intentamos centrarnos solamente en el futuro, sin darnos cuenta de que solo con un cambio radical de la mente, el cuerpo, y el espíritu conseguiríamos resolver nuestras necesidades.
En definitiva, para ese cambio radical expuesto, es necesario acercarnos a la contemplación, que no es otra cosa que observar y reflexionar con atención sobre algo o alguien, ya sea una obra de arte, la naturaleza, un pensamiento espiritual, o incluso una persona. La meditación profunda también busca la conexión con la divinidad o la comprensión con la verdad, consiguiendo una calma mental y la mejora de la concentración y el bienestar emocional. Por esta razón podemos distinguir tres tipos de contemplación:
a.- Contemplación estética o artística: observar una obra de arte o un paisaje por su valor estético.
b.- Contemplación filosófica o intelectual: reflexionar sobre verdades importantes o sobre la vida misma.
c.- Contemplación religiosa o espiritual: meditar sobre asuntos divinos o conectar con lo sagrado.
Al haber iniciado estas líneas sobre la acción, puedo decir que la contemplación así definida no implica pasividad, sino todo lo contrario, es un movimiento interno de la inteligencia que busca la verdad y, por ello, es algo diferente que podemos denominar acción, aunque no sea una acción práctica.
Ante este mundo que nos imponen, ¿tenemos entonces que sobrepasar nuestros límites?, ¿de qué límites hablamos? Esto que puede tener muchas maneras de interpretarse, he considerado que la mejor manera de hacerlo es utilizando la filosofía, donde sobrepasar nuestros límites es trascendencia, y esto implica superar los límites de la realidad concreta o de la experiencia sensorial.
La visión de la realidad es la visión que la realidad tiene en nosotros, de esta manera es como se hace real la cosa. No es la antigua visión o nueva de las cosas, sino la visión de las cosas tal y como la realidad se revela en mí. Cuanto más vacío y puro me encuentro, más clara es la visión y menos distorsionada es la imagen, lo que implica que somos espejos de la totalidad de las cosas. Esta es la dignidad específica del hombre, decían los escolásticos cristianos, poder especular, ser “speculum de lo real”.
Para terminar este artículo debemos, según mi criterio, tomar en consideración tres aspectos de gran trascendencia:
1.- Nuestro activo es existencial y la verdad se conquista poniéndola en práctica.
2.- Ser contemplativo es esencial y ayuda a descubrir la verdad.
3.- La mística no quiere penetrar en el interior del Ser, sino que deja que la verdad se revele, que la realidad se realice y que fluya libremente.
Si esto fuera una referencia en nuestra vida conseguiríamos tener un corazón más puro y nos ayudaría a ser más libres.
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Sobre la autoría

D. Pedro Rodríguez Castañeda
Licenciado en Ciencias Químicas, especialidad Industrial, en la Universidad de Valladolid.
Máster en Dirección y Administración de empresas, por ESDEN. Máster en Formación para directivos Gustav Kaeser y Máster en estudios avanzados de Filosofía, por la Universidad Complutense de Madrid.
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid.
Resaltar, además de la formación, los trabajos realizados: dos años en la Universidad de Valladolid en la catedra de Química Orgánica, realizando la TESIS doctoral. Tres años como jefe de Laboratorio en Sociedad General Azucarera (SGA) y varios años trabajando con diferentes multinacionales del sector médico. Esta formación y experiencia me llevó a constituir mi propia empresa, PAIPEISA, S.A, a la que he dedicado más de tres décadas y donde he conseguido mucho más de lo esperado.













