ESTRUCTUREMOS NUESTRO FUTURO INMEDIATO

por Pedro Rodríguez Castañeda | Nuestro planeta

Estructuremos nuestro futuro inmediato

Pedro Rodríguez Castañeda

La pandemia que padecemos por este inesperado coronavirus (COVID-19) ha producido, y está produciendo, no solo desgracias por el fallecimiento de miles de personas, destrucción de empleo y pobreza asociada, incertidumbres agravadas con miedos, y efectos psicológicos, sino también engaños y mala gestión de los políticos en el poder. Todo esto y otras muchas cosas más nos han colocado en un punto idóneo para valorar lo que tenemos y, sobre todo, lo que necesitamos para afrontar con realismo el futuro.

Cuando nos vemos inmersos en una situación no prevista y además es de gravedad, como la actual, siempre hay instituciones y personas que aportan medios e ideas para intentar minimizar los efectos negativos ocasionados. En este sentido, si me lo permiten, intentaré aportar mi opinión a través de estas líneas, aunque soy consciente de la gran sobrecarga de artículos, comentarios y entrevistas existentes, lo cual muchas veces nos gustaría eludir para no incidir siempre en lo mismo.

Estructuremos nuestro futuro inmediato

Para afrontar este comentario considero fundamental, siguiendo a nuestro gran filósofo José Ortega y Gasset y su teoría sobre la contextualización, hacer un breve repaso de la situación que vivimos en el mundo y la incidencia que tiene especialmente en nuestro país España.

En la actualidad existe la evidencia contrastada de que las guerras ideológicas y de información, siempre interesadas, están aumentando, y de forma muy acentuada entre EE. UU y China, con el objetivo de conseguir el predominio económico mundial y el poder que eso representa. Muchos han sido los factores que nos han llevado hasta aquí, sin embargo, quiero resaltar el hecho de que desde hace ya años los países occidentales, desde sus empresas, han favorecido la fabricación de todo tipo de mercancías en China, llegando a ser la fábrica del mundo. Este hecho les ha proporcionado conocimientos técnicos y crecimiento económico exponencial, sin reparar en las consecuencias que podrían tener en el contexto mundial, sobre todo si aconteciera alguna situación no deseada. Desgraciadamente, esa situación ha llegado con la pandemia del COVID-19 que actualmente vivimos, de modo que tenemos que hacer frente a desabastecimientos y otros problemas asociados: migraciones, efectos climáticos, invasión y desaparición de especies, entre otros. Además, esta tendencia podría fomentar confrontaciones ideológicas y económicas peligrosas. Recordemos que los orígenes de las guerras siempre se han basado en conseguir ese privilegio de poder y control económico.

En esta situación geopolítica citada habría que hacer otras consideraciones, como es la lucha y confrontación entre los países que defienden el libre mercado, por un lado, y los países dictatoriales comunistas por otro. Además, los países productores de petróleo con regímenes autoritarios religiosos (islamistas), utilizan parte de sus recursos para fomentar y extender su ideología a cualquier precio, despreciando la libertad y colaborando a la desestabilización de los que piensan de manera diferente con atentados y acciones violentas.

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En este breve repaso geopolítico, no debemos olvidarnos de la Unión Europea, la cual ha dirigido y potenciado la democracia en el mundo civilizado y, sobre todo, porque en ella estamos los españoles, confiriéndole un significado especial. Este espacio político fue y debe seguir siendo punto de referencia mundial. Para que esto sea así es fundamental tener no solo la libre circulación de personas y capitales, sino una estructura legal e impositiva igual para todos los miembros, potenciando la verdad, la colaboración científica, y la eliminación innecesaria de muchos políticos.

La pandemia está, la situación geopolítica es la que tenemos, ¿qué deberíamos hacer entonces para estructurar el futuro de las nuevas generaciones?

No es fácil dar respuesta a esta pregunta, y sin querer frivolizar, permítanme que exponga lo que cita el gran Miguel de Cervantes en su obra maestra “Don Quijote de la Mancha” cuando Sancho Panza va a ser elegido gobernador de la Ínsula Barataria y Don Quijote le aconseja.

“Mira Sancho”, le dice, “si tomas por medio a la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen príncipes y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se adquiere, y la virtud vale por si sola lo que la sangre no vale”.

Esta cita es de tal importancia como para pensar que, si los políticos actuales siguieran esta recomendación, sería suficiente para cambiar el mundo. Siguiendo con esta misma idea, Aristóteles definía la virtud como la excelencia, y la consideraba como la acción más apropiada a la naturaleza de cada ser. Este gran filósofo, pionero de la moral, manifestaba que la prudencia podría ser considerada la virtud intelectual principal, ya que ayuda al ejercicio de otras virtudes morales como son la templanza, el coraje, la justicia, o la magnanimidad entre otras.

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Para no dispersarme y con la finalidad de centrar esta situación, me referiré a lo que actualmente tenemos, que puede y debe ser referencia para todos, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948, y donde se especifica desde su inicio en Naciones Unidas “Paz, Dignidad, e Igualdad en un Planeta Sano”. Eludiré cualquier comentario y que cada uno analice si esto se cumple.

En mi último artículo Necesidad, libertad y otras consideraciones ya expresaba el que creo que es uno de los objetivos actuales y proponía una acción que es, en mi opinión, fundamental para conseguir resultados positivos en este mundo tan desigual, afirmando que estas desigualdades favorecen cualquier tipo de pandemia. Para terminar estas líneas e incitar a la acción, propongo cinco actuaciones que son complemento del objetivo propuesto en el artículo anterior.

1.- Evitar, dentro de lo posible, polarizar las fuerzas de poder ideológicas y económicas, apostando por la colaboración científica internacional, la solidaridad y el respeto.

2.- Ayudar desde cualquier institución, ya sea internacional, nacional, o privada, a la educación de los ciudadanos con valores bien definidos, eludiendo instruir en consignas interesadas políticamente. Esto exige enseñar a ser críticos desde la infancia, insistiendo en que nada se consigue sin esfuerzo y que, aún siendo las capacidades de cada persona diferentes, cualquier actividad es importante y útil para la sociedad si se ejerce con responsabilidad.

3.- Ser realistas del espacio que ocupamos, valorando lo importante por delante de lo secundario o accesorio. Seamos conscientes de que todos vivimos en el mismo globo terráqueo y que nuestros actos afectan o pueden afectar a los demás. Tomemos conciencia del deterioro que producimos en la atmósfera con nuestras acciones y colaboremos en minimizar el cambio climático, impidiendo, entre otras cosas, el crecimiento desproporcionado de las grandes urbes, la deforestación y la contaminación de los mares.

4.- Aprovechar el desarrollo tecnológico para optimizar los rendimientos empresariales y que la distribución de los mismos sea equitativa, impidiendo el enriquecimiento desmesurado de unos pocos en perjuicio de la mayoría.

5.- Eliminar la hipocresía en todos los aspectos de la vida, reconociendo lo que hacemos mal, e intentar mejorar siempre, aunque sea difícil de conseguir.

Muchos de los que lean este articulo pensarán que esto es una pura utopía, que nadie da nada a cambio de nada. Podría ser cierto, pero solo si se valora desde un punto de vista económico o de poder. Sin embargo, el mundo es mucho más, y en nuestras manos está la posibilidad de ayudar a conseguir un mundo mejor, si todos colaboramos y nos esforzamos en conseguir el equilibrio necesario, evitando extremismos y acciones ya fracasadas.

#SiempreGraZie


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Sobre la autoría

Pedro Rodríguez Castañeda

Pedro Rodríguez Castañeda

D. Pedro Rodríguez Castañeda
Licenciado en Ciencias Químicas, especialidad Industrial, en la Universidad de Valladolid.
Máster en Dirección y Administración de empresas, por ESDEN. Máster en Formación para directivos Gustav Kaeser y Máster en estudios avanzados de Filosofía, por la Universidad Complutense de Madrid.
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid.
Resaltar, además de la formación, los trabajos realizados: dos años en la Universidad de Valladolid en la catedra de Química Orgánica, realizando la TESIS doctoral. Tres años como jefe de Laboratorio en Sociedad General Azucarera (SGA) y varios años trabajando con diferentes multinacionales del sector médico. Esta formación y experiencia me llevó a constituir mi propia empresa, PAIPEISA, S.A, a la que he dedicado más de tres décadas y donde he conseguido mucho más de lo esperado.

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