Riesgo Vital y su Desescalada

Por Pedro Rodríguez Castañeda

“Toda la existencia humana depende radicalmente de la política”. Estas palabras expresadas por el gran filósofo, pedagogo y naturalista ginebrino Jean Jacques Rousseau hace ya casi trescientos años, debería servirnos para valorar la situación donde nos encontramos y para analizar cómo lograremos realizar una desescalada ante el riesgo que soportamos.

Riesgo Vital y su Desescalada

El ser humano en el trascurso de la historia, se ha visto sometido a una serie de riesgos vitales que ha ido superando con grandes dificultades y con mucho esfuerzo. En este momento, con una tecnología muy desarrollada, cuando podríamos pensar que las cosas iban a ir por otros derroteros, nos damos cuenta de que la comunicación instantánea no es la solución, que el conocimiento científico es limitado, y que la manipulación es una moneda de curso real en todo el mundo, corroborando las palabras del filósofo inglés John Locke cuando manifestaba: “Por desgracia, en la mayoría de los hombres, la falsedad y el error predominan sobre la verdad y el conocimiento”.

La destrucción de los espacios naturales, la perdida de especies, la actividad industrial, el calentamiento global y otras amenazas nos han llevado a esta pandemia del COVID19. Hay, sin embargo, otras pandemias silentes que se reproducen con asiduidad: las diferencias raciales y económicas (en este momento es significativo el desorden establecido en EE.UU por la muerte del afroamericano George Floyd en Minneapolis), los desplazamientos constantes provocados por  guerras, por falta de medios económicos, por sequias y por otros desastres naturales marcaran nuestras vidas. Hagamos todo lo necesario para que ninguna de las pandemias futuras nos coja desprevenidos, tomemos conciencia de nuestras posibilidades y empecemos a implementar las medidas necesarias.

RIESGO VITAL Y SU DESESCALADA

Si Rousseau tenía razón y dependemos de la política para la solución de los problemas citados, sería razonable hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué naturaleza deben tener los gobiernos para afrontar el futuro? y, sobre todo, ¿qué actuaciones deben implantar los gobiernos para formar al pueblo que lo haga posible? No creo que la respuesta sea fácil, pero permítanme que tome como mías aquellas palabras de Kant cuando afirmaba que la divisa de la Ilustración consistía en: “Atreverse a pensar por uno mismo, resolver los problemas sin delegar nuestra responsabilidad y sin hacer dejación de nuestra libertad”. Con esto deberíamos tener una buena referencia y el camino centrado, pero, la condición humana, con unos deseos e inclinaciones tan cambiantes y sobre todo tan manipulables no lo facilita. Muchos han sido, a lo largo de la historia, los que han pretendido responder a esta condición humana, uno de ellos fue el filósofo francés Denis Diderot el cual, al impulsar la Enciclopedia, pretendía cambiar la manera común de pensar. Así, con su obra de veinte volúmenes lo consiguió, según le manifestó Voltaire en una carta. Como ejemplo y reconocimiento citaré una de sus frases: “La maldad es tanto mayor cuanto más débil es la razón y más fuertes las pasiones”.

Esta introducción, con tantas citas, sirve de preámbulo para desarrollar las preguntas previas  e intentar definir cómo debe ser el gobierno, o los gobiernos, para hacer la vida más fácil al conjunto de los ciudadanos, lo cual debería ser su objetivo y no tratar de conseguir privilegios y poder. La gestión requiere implicación, conocimiento, respeto a las leyes y una dosis extraordinaria de prudencia y humildad que casi nunca manifiestan nuestros gobernantes.

Los que me conocen saben que suelo repetir, quizá demasiado, la teoría de las líneas paralelas, y es que, por definición, dos líneas paralelas son las que nunca llegan a encontrarse. Esta teoría parece que es la solución que utilizan todos los políticos en regímenes democráticos para afrontar cualquier problema, sin darse cuenta de que con ese método no se puede llegar a ningún acuerdo. Los regímenes dictatoriales, sin embargo, utilizan la coletilla de “gobierno del pueblo” para imponer, casi siempre, su ideología, sin importarles sus ciudadanos y con la voluntad de permanecer en el poder para siempre.

Si los gobiernos pretendieran el bienestar del pueblo, como expresaba en mi artículo “deseos y realidades”, estos deberían estar constituidos por personas capaces mentalmente y estables emocionalmente, además de tener la resiliencia necesaria para adoptar posiciones de consenso, evitando cualquier tipo de corrupción y engaño.

RIESGO VITAL Y SU DESESCALADA

En la actualidad vemos que el esfuerzo que realizan los políticos es siempre el mismo, conseguir el poder incitando a los votantes con ideas y acciones extremas. Una vez establecidos en el poder ya casi nada es igual, lo dicho se olvida, se engaña y se modifica lo prometido según los intereses de cada situación. La oposición actúa de manera similar, se colocan en la otra línea paralela sin encontrar puntos de conexión y de acuerdo. Sin embargo, si dialogaran y fueran conscientes de la realidad, en cualquier asunto político (educación, justicia, sanidad, seguridad, relaciones exteriores, infraestructuras…etc.) todos los partidos políticos razonables deberían estar de acuerdo al menos en el 90% de sus propuestas. Si no es así, el partido en desacuerdo debería ser considerado “fuera del sistema” y no tener acceso de ninguna manera al gobierno, ni consentir que esos votos puedan usarse para la formación del mismo.

Cualquier ciudadano de bien sabe que hay muchas veces que la vida resulta difícil, enfermedades, falta de trabajo, avaricias, drogadicciones, agresiones, falta de visión de la realidad y otras muchas circunstancias hacen que necesitemos ayudas para sobreponernos. Pero lo que necesitamos, de manera especial, es poner todo el esfuerzo individual para conseguir nuestra autonomía y ayudar a las personas más vulnerables, como son por ejemplo las incapacitadas.

Nunca como ahora, en este momento de incertidumbre, para darnos cuenta que necesitamos de leyes y normativas de carácter universal para conseguir superar los problemas actuales e intentar sobreponernos a los que llegarán. Qué diferente parece mi opinión a la realidad, donde cualquier individuo se considera estar dotado de todas las atribuciones necesarias y suficientes para hacer su voluntad, sin tener en cuenta las consecuencias de sus actos para él y sobre todo para los demás. Esto mismo se podría extender a asociaciones, gremios, pueblos, comunidades o regiones llevándonos a una lucha indiscriminada, como si la sociedad se dirigiera a un mundo salvaje donde solo puede sobrevivir el más fuerte.

Queridos lectores, la realidad es muy diferente, necesitamos unirnos, ayudarnos, conseguir esfuerzos comunes en ciencia, política, justicia, o cualquier otra actividad importante que nos ayude avanzar en beneficio de todos. Esta reflexión podría ser un buen guion para debatir este verano, el cual va a ser algo distinto de los anteriores. Pero con mascarilla o sin mascarilla exterior, quitémonos esa otra mascarilla que nos impide ser honestos y colaboremos por ese mundo mejor que nos merecemos y, sobre todo, se merecen las generaciones futuras.

¡¡Feliz verano y que todos nos veamos comprometidos y dispuestos a la vuelta del mismo!!

#SiempreGraZie


BANNER Redes Sociales GraZie Magazine LIKE

Sobre la autoría

Pedro Rodríguez Castañeda

D. Pedro Rodríguez Castañeda
Licenciado en Ciencias Químicas, especialidad Industrial, en la Universidad de Valladolid.
Máster en Dirección y Administración de empresas, por ESDEN. Máster en Formación para directivos Gustav Kaeser y Máster en estudios avanzados de Filosofía, por la Universidad Complutense de Madrid.
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid.
Resaltar, además de la formación, los trabajos realizados: dos años en la Universidad de Valladolid en la catedra de Química Orgánica, realizando la TESIS doctoral. Tres años como jefe de Laboratorio en Sociedad General Azucarera (SGA) y varios años trabajando con diferentes multinacionales del sector médico. Esta formación y experiencia me llevó a constituir mi propia empresa, PAIPEISA, S.A, a la que he dedicado más de tres décadas y donde he conseguido mucho más de lo esperado.

Ir al contenido